Y si el polivalente y polifacético juez estelar Baltasar Garzón, admirable por tantos motivos, y excéntrico por algunos menos, que se cita a sí mismo dos veces en su informe, quiere revisar la historia, ¿por qué no va un poco más allá del 18 de julio? ¿Por qué no, al menos, hasta el golpe del 4 de octubre de 1934? ¿O hasta la primera insurrección anarquista contra la República en diciembre de 1931, siempre con muchas víctimas? Y ya que estamos allí, ¿por qué no hasta la terrible represión dual en la Barcelona de 1918-23? ¿Y el desastre de Annual, con 12.000 muertos? ¿Y las matanzas de frailes de 1834-1835? ¿Y de Andrés-Andreu Nin, qué? ¿Quién va a excavar la fosa de Alcalá o de la Moncloa? ¿Y qué fue de la ley de amnistía de 1977, en la que tantos creímos porque tantos la preparamos? Algunos malignos dicen que lo que quiere el juez es poner en evidencia a varios ministros del Gobierno actual, cuyos padres fueron altos cargos del franquismo represor de los cuarenta y cincuenta, afectando según otros al padre del mismísimo presidente y al padre de su esposa. Qué disparate todo.