Escuchamos con atención y respeto, incluso con reconocimiento agradecido, los dos primeros discursos o alocuciones del presidente del Gobierno. Así como la más plana y ulterior intervención del rey. Pero ayer, domingo, la última perorata de Pedro Sánchez se nos hizo a muchos insufrible. Por repetitiva, difusa, acrítica, imprecisa, propagandística. No se puede abusar del estado de alarma, cuando el Gobierno tiene todos los poderes y están mudos el Congreso y el Senado, para hacer, de parte, una serie de comentarios, vengan o no vengan a cuento, seguidos de preguntas fáciles o elegidas de entre los medios más cercanos a ese Gobierno. Y sobre todo cuando cada día hay una o varias ruedas de prensa de los técnicos y políticos que llevan la dirección real de la gobernanza del país.
A los más adversos al Gobierno de coalición las últimas peroratas, logorréicas, de Pedro Sánchez les recuerdan las de Castro o Maduro: Aló, presidente. Een este momento cualquier exceso de cualquier parte es nocivo para todos. Porque, por encima de todo, debiéramos aspirar a reforzar la unidad nacional, que tanta falta nos hace: la convivencia fructífera en todas sus expresiones.