Las veo en Bilbao, en la parte peatonal de la calle Ercilla, junto al busto del autor bilbaíno de La Araucana, labrado por el tudelano Loperena. Son 17 esculturas, obra del excelente escultor valenciano, Manolo Valdés, que recorrerán varias grandes ciudades españolas. Las Meninas, La Dama (de Elche), Odalisca (prodigioso juego de curvas) y varios bustos enhiestos de mujer (Irene I, Irene II…), con sus esperpénticos cabellos y atavíos capilares (¿o son ideas del cerebro?), todas ellas en bronce, junto con los tres Colosos, forjados en hierro, ocupan, diseminadas, un trozo de la calle, nos salen al encuentro, sorprenden al viandante -yo tuve que volverme dos veces para para ver lo que no había visto-, se encaran con él, le provocan, le incitan, le invitan, le tientan, le gustan, le disgustan, le emocionan o le dejan indiferente. Arte en la calle intenta no sólo aproximar el arte a la vida, sino mucho más: hacer vivir la obra artística en medio de la vida en la que nacieron y para la que nacieron, situarla en el tráfago diario haciéndola personaje comunal y habitual, fuera de la admiración ilustrada o del estudio académico de las salas de exposiciones y de los museos. Una iniciativa elogiable y muy bien acogida, que enriquece a la ciudad y acerca el arte a los ciudadanos, dándole carta de ciudadanía como a ellos mismos. Ojalá nos encontremos con más sorpresas todavía.