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Domingo de Pascua

           (Poemas del Domingo de Pascua: Cuaderno de bitácora desde 2006)

 

Pascua de 2024

 

Jesús, muerto, ha re-vivido.
Nadie sabe cómo ha sido.

 

Al morir, pasó a la vida
dentro de Dios: la intra-vida.

 

Pues, si Dios es quien nos crea,
el mismo es quien nos re-crea.

 

Demos gracias al Señor,
nuestro Resucitador.

Amigos y discípulos junto a la cruz

 

 (Poemas de Sábado Santo: Cuaderno de bitácora, desde 2006)

 

Amigos y discípulos junto a la cruz

(Mc, 15, 29-32; Mt 27, 39-44; Lc 23, 35-43; Jn 19, 25-27)

 

Marcos, Mateo y Lucas reproducen aquí, en términos sarcásticos,
la escena del Sanedrín con los mismos, protervos, autores.
Solo Lucas añade la burla cruel de los soldados,
pero al mismo tiempo contrapone
-evangelista de la compasión-
la compasión de uno de los malhechores,
crucificados a izquierda y derecha del Maestro,
y urde un diálogo improbable entre dos reos agonizantes.

Marcos, Mateo y Lucas nos hablan de tres mujeres,
María Magdalena, la otra María y Salomé,
y de otras muchas mujeres galileas
-a las que Lucas añade: todos sus conocidos-
mirando desde lejos
el tormento de Jesús, 

pues las leyes de entonces prohibían
hacer duelo a las familias de los reos.

Pero el cuarto evangelista,
llamado Juan, que no era el apóstol,
después de muchos años,
busca un hueco en el relato
para añadir su bella teología de la Iglesia naciente.
Y presenta a María, la madre de Jesús junto al discípulo amado,
el único fiel durante toda la pasión
-quizás solamente un símbolo-
para enseñarnos que de allí en adelante
María será la mejor discípula de su propio hijo,
nueva Eva y nueva Sión,
imagen del genuino Israel histórico,
madre desde entonces de la comunidad jesuana:
de la Iglesia que acaba de nacer.

 

 

 

¿En el palacio de Herodes?

(Lc 23, 8-12)

 

Declaración teológica
sobre la inocencia de Jesús y el poder curativo
de su Pasión sanadora,
llaman los mejores exégetas de hoy

a esta perícopa de Lucas
Estenos cuenta en su Evangelio
que Herodes, tetrarca de Galilea, censurado por Juan,

le había encerrado en prisión
y que, haberle hecho degollar,
estaba preocupado por la actuación de Jesús,
en quien temía que hubiera resucitado el Bautista.
Un buen día, algunos fariseos dijeron al Maestro
que se fuera de allí, porque Herodes quería matarle
Id y decidle a ese zorro .. -les contesta-
que quiere seguir curando a los enfermos y expulsando a los demonios,
porque no cabe que un profeta
perezca fuera de Jerusalén.

 

Ante aquel astuto y destructor mandatario,
presente en la ciudad esos días,
describe ahora Lucas a Jesús
enviado por Pilato, al saber que acusado era galileo.
Herodes se muestra vehementemente alegre
de ver de cerca al profeta nazareno,
de quien espera algún prodigio.
Pero Jesús responde con un silencio clamoroso
a la torva palabrería del tetrarca,
igual que el siervo doliente de Isaías,
que no abrió la boca.
Despechado Herodes, con la ayuda de su guardia personal,
se burla de la víctima,
y acaban revistiéndole de un ropaje espléndido,
probablemente blanco,
antes de devolverle al palacio del Prefecto.
Herodes y Pilato -anota Lucas-
se hicieron amigos uno del otro,
pues hasta entonces eran enemigos entre sí.
Los príncipes herodianos reinantes

eran bienquistos de la familia imperial Julio-Claudia,
y Lucas traslada tal vez al caso de Jesús
la buena relación entre el rey Agripa y el Prefecto Festo 
en tiempos de de Pablo, detenido en Cesarea.

 

Tampoco Herodes encontró a Jesús culpable,
según el mismísimo Pilato:
-porque nos lo ha remitido.
Lucas presenta así un Herodes

deseoso de contestar al poder romano.
Ambos resultan válidos testigos
de la inocencia de Jesús.
Que el mayor enemigo del Maestro galileo,
que hasta el último momento le despreció y se burló de él,
no encontrase en él causa alguna de delito
es el más robusto de los argumentos.

 

 

Predicciones de la muerte y resurrección de Jesús

 

(Mc 8, 31; 9, 31;10, 33-34; Mt 16, 21;17, 22-23; 20,18-19; Lc 9, 22; 18, 31-33; Jn 3, 14; 8, 28; 12, 32-34)

 

A lo largo de su breve vida pública,
especialmente en sus visitas a Jerusalén,
fue creciendo la oposición de los enemigos de Jesús,
que le hizo temer, cada día más, por su vida.
Conocía bien el Maestro
la suerte que habían corrido
los viejos profetas Elías y Eliseo,
Jeremías, Zacarías y otros bravos testigos de Dios.
Vivísimo tenía aún el recuerdo de Juan el Bautista,
preso y degollado por Herodes Antipas.
Predicador del Reino de Dios,
tenía que preguntarse, una y otra vez, por su propio destino.
Son numerosas las veces que en los cuatro evangelios
se habla directa o indirectamente
de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret.
Sean los que sean los lugares y tiempos,
nunca seguros,
y los préstamos mutuos de los cuatro narradores,
una es la expresión común,
que lleva  casi siempre
la evocación implícita del siervo doliente de Isaías,
del Hijo del Hombre de Daniel,
y de algunos salmos proféticos.

Marcos -8, 31, seguido de Lucas y Mateo- es típico en este punto:
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre
debía sufrir mucho y ser reprobado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas,
ser matado y resucitar a los tres días.
Y, más tarde, subiendo a Jerusalén,

con más precisión todavía:
-…  y se burlarán de él,
le escupirán, le azotarán y le matarán,
y a los tres días resucitará,

Está claro que algunos de estos versículos
se pusieron en boca de Jesús
tras celebrarse su resurrección de entre los muertos:
poco antes, los mismos discípulos
dieron abundantes muestras de no haberla comprendido.
Pero Jesús sí pudo hablar, alguna vez o algunas veces,
de la victoria final sobre la muerte,
del triunfo definitivo
del Reino de su Padre Dios.

Juan, el evangelista -por ejemplo, 12, 33-34-
es algo más discreto en sus citas:
Y yo, cuando sea elevado en la tierra,
atraeré a todos hacia mí.
Decía esto para significar
de qué muerte iba a morir.

Jesús de Nazaret, que no era un inconsciente,
previó, de una u otra forma,
un final trágico,
como algunos profetas,
en Jerusalén.
Muchos lugares en los cuatro evangelios lo confirman.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Ramadán

 

                                  El 11 de marzo, comenzó el mes del Ramadán para los 2´4 millones de musulmanes que viven en España (5% de la población). Esta vez ha coincidido con la Cuaresma cristiana.

En este mes se conmemora la revelación de los primeros versos del Corán a Mahoma. Por eso la comunidad musulmana trata de purificar su alma, fomentar más la oración (cinco rezos diarios), la lectura de los texto sagrados y la caridad en forma de limosna o de otras formas. Durante este período, que concluye, este año, el 9 de abril, los fieles deben abstenerse de comer, beber, fumar, mantener relaciones sexuales, enfadarse…, hasta que caiga el sol.

El paralelismo entre nuestra Cuaresma y el Ramadán surge aparentemente del ayuno Iftar) cristiano, que casi ha desaparecido de la Cuaresma (tampoco Jesús de Nazaret era un entusiasta del ayuno), pero quizás tenga más que ver, teológicamente, con la Navidad, encarnación de la Palabra de Dios. También desde un punto de vista antropológico y social, ya que el Ramadán es un mes más de fiesta que de penitencia. Un  mes festival, familiar y solidario.

Lenguas y bocas

 

                               Todas las lenguas son bellas, precisas, luminosas. Todas las lenguas son horribles, crueles, violentas. Todas son un canto suave o un ladrido salvaje. Son las bocas las que las transforman (Lori Saint-Martin).

Son las bocas las que  convierten la posibilidad en hecho. Las que hacen de la virtud maldad. O de la belleza fealdad moral.

Día de la Poesía

 

La poesía
es una falla geológica
en alguna de las capas del aire,
la línea de fractura en el trayecto
solitario de un pájaro.

La poesía es una apuesta
moral ante la vida,
que de alguna manera
nos limpia el corazón, pero nos deja
para siempre sin nada.

                                                                                                  Basilio Sánchez (Cáceres, 1958),

                                                                                                  El baile de los pájaros (2023)