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Arte, profecía y belleza (II)

 

         Francisco hizo su entrada en silla de ruedas, a la semana de haber sido operado, entre una salva interminable de aplausos, diciendo a todos en voz alta: ¡Aquí todo es arte. Ustedes  todos, bienvenidos! 

La primera parte de su largo discurso trataba sobre la relación de la Iglesia con los artistas: Amistad natural, porque el artista toma en serio la profundidad inagotable de la existencia, de la vida y del mundo, también en sus contradicciones y lados trágicos. (…) El artista recuerda a todos que la dimensión en la que nos movemos, aun cuando no nos demos cuenta, es la del Espíritu. Vuestro arte es como una vela que se llena de Espíritu y nos hace ir adelante.

Citando la frase de su admirado Romano Guardini de que el estado en que se encuentra el artista cuando crea es similar al del niño y también al del vidente, continuó diciendo el papa:

-Sí, el artista es un niño -no se tome esto como una ofensa-, lo que significa que se mueve sobre todo en el espacio de la invención, de la novedad, de la creación, de traer al mundo algo que no había sido visto de esa manera… Abrir y traer la novedad. Vosotros, los artistas, realizáis esto haciendo valer vuestra originalidad. En las obras os metéis siempre a vosotros mismos, como seres irrepetibles como somos todos, pero con la intención de crear aún más. (…) La creatividad del artista parece así participar de la pasión generadora de Dios. Esa pasión con la que Dios ha creado. ¡Sois aliados del sueño de Dios! Sois ojos que miran y sueñan. No basta solo mirar, es necesario también soñar. Vosotros, los artistas, tenéis la capacidad  de soñar nuevas versiones del mundo. Y esto es importante. La capacidad de introducir novedad en la historia. Por eso Guardini decía que os parecéis a los videntes. Sois un poco como profetas. Sabéis mirar las cosas en profundidad o en lejanía, como centinelas que aprietan los ojos para escrutar el horizonte y sondear la realidad más allá de las apariencias.

Arte, profecía y belleza (I)

 

 

                El 23 de junio, la Capilla Sixtina fue el marco incomparable para el encuentro del papa Francisco con 200 artistas, llegados de todo el mundo, que escucharon un discurso de Francisco sobre Dios, la Iglesia y el arte. Eran escritores, poetas, músicos, arquitectos, escultores, cineastas, pintores… Varones y mujeres que han dedicado toda su vida al arte. Allí estaba los españoles Javier Cercas, novelista; Vicente Amigo, músico; la escritora Cristiana Morales o el pintor Gonzalo Borondo. Junto a otros, internacionalmente más conocidos, como Marco Bellochio, Ken Loach, Roberto Saviano…

Fueron convocados para celebrar el 50º de la inauguración por Pablo VI de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo de los Museos Vaticanos, Una iniciativa del papa Montini, que enriqueció las ya muy valiosas, y a veces únicas, colecciones vaticanas con  obras de Picasso, Matisse, Bacon, Dalí, Manzú, Rouault… Pablo VI celebró el 7 de mayo de 1964 en la célebre capilla decorada por Miguel Ángel una eucaristía ante  un centenar de artistas, a los que el papa se presentó como un amigo y les saludó como maestros: Tenemos necesidad de vosotros. Nuestro ministerio tiene necesidad de vuestra colaboración. Pues, como sabéis, nuestro ministerio es el de predicar y hacer accesible y comprensible, más aún, emotivo, el mundo del espíritu, de lo inefable, de lo invisible, de Dios.  (…) Si nos faltara vuestra ayuda, el ministerio sería balbuceante e incierto y tendría que hacer un esfuerzo, diríamos para hacerse artístico, o mejor, para hacerse profético. Para alcanzar la fuerza de la expresión lírica de la belleza intuitiva, necesitaría hacer coincidir el sacerdocio con el arte.

En 1999, Juan Pablo II utilizó un tono similar en su Carta a los artistas: Nadie mejor que vosotros, artistas, geniales constructores de belleza, puede intuir algo del «pathos» con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, al igual que los artistas de todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación, a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros.

Nuevo rumbo a la Doctrina de la Fe

 

             Además de los viajes del papa Francisco, este verano, a Lisboa y a Mongolia, con una rica cosecha de discursos, visitas y acontecimientos, me interesó mucho el nombramiento del teólogo argentino y arzobispo de la La Plata, Víctor Manuel Fernández, Tucho, de 61 años, como prefecto del Dicasterio para  la Doctrina de la Fe , y presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional, al concluir el mandato del buen teólogo jesuita español, y discreto prefecto, Luis Francisco Ladaria Ferrer.

Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina, teólogo clave en Aparecida, padre sinodal varias veces, autor de una veintena de libros teológicos, y sobre todo teólogo personal de Francisco, tiene, según la carta que le dirigió el mismo papa, la  misión  y finalidad de custodiar la enseñanza que brota de la fe para dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan. (…) Hay que agregar que se trata de aumentar la inteligencia y la transmisión de la fe al servicio de la evangelización, de modo que su luz sea criterio para comprender el significado de la existencia, sobre todo frente a las preguntas que plantean el progreso de las ciencias y el desarrollo de la sociedad

Por otra parte, tratándose de la vieja Inquisición, como suelen recordar los periodistas, el papa no se anda con chiquitas: El dicasterio que presidirás, en otras épocas, llegó a utilizar métodos inmorales. Fueron tiempos en los que, más que promover el saber teológico, se perseguían posibles errores doctrinales. Lo que espero de ti es sin duda algo muy diferente.

El papa no quiere unos teólogo que se contenten  con una teología de escritorio, sino que cultiven una teología que sepa presentar de modo convincente a un Dios que ama, que personas, que salva, que libera , que promueve a las personas y las convoca al servicio fraterno.

¡Adóbame esos candiles!

 

 

                                        Vuelvo a El Quijote, a donde  hay que volver, sobre todos en los momentos graves de la vida, y de la vida de España. Es nuestro templo nacional, nuestro hogar espiritual por excelencia. Acaba de reñir Don Quijote a Sancho por unas palabras  imprudentes de este a Dorotea y Cervantes pone aquí en boca de los dos las más hermosas pláticas que imaginarse pueden. El cura y el barbero han conseguido hacer volver a su aldea al Caballero de la Triste Figura encerrado en una jaula de madera, arrastrada por bueyes. Este se ve víctima del encantamiento por envidia y fraude de malos encantadores, mientras Sancho se revuelve contra el cura y llora con aspavientos su perdida ínsula o reino. Entonces entra en juego el barbero, montado sobre su mula:

-Adóbame esos candiles!- dijo a este punto el barbero. ¿También vos, Sancho, sois de la cofradía e vuestro amo? ¡Vive el Señor que voy viendo que que le habéis de tener compañía en la jaula y que habéis de quedar tan encantado como él, por lo que os toca de su humor y de su caballería. En mal punto os empreñasteis de sus promesas y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.

Y me quedo pensando en esta España nuestra, donde muchas veces parecen regir también artes de encantamiento. En los posibles Quijotes, si es que queda alguno, y Dios sabe a qué llaman caballerías. En los Sanchos, que solo sueñan en sus ínsulas, que esas no parecen tan encantadas. En los curas y barberos, tan prudentes, sensatos y casi perfectos, que son capaces de traer a mandamiento, a las buenas o a las malas, al caballero andante, que volverá a escapárseles de nuevo…  ¿Quién lucha por el ideal de la justicia? ¿Quién por el bienestar de las gentes? ¿Quién es el loco? ¿Quién el cuerdo?

En plena confusión

 

           Desembarcado  en las duras dunas de la política española, encuentro la confrontación más atroz que nunca y la más plena confusión en casi todos. No en el presidente del Gobierno,  que parece seguro de su reelección, dentro de la letra y espíritu de la Constitución. Pero, a estas alturas, su palabra no merece crédito alguno. Ayer la vicepresidente segunda del Gobierno hablaba de un amplio acuerdo social antes de una ley de amnistía, de la que enumeraba nada menos que tres clases (¡). Esta mañana, los tertulianos de la Cadena COPE se dividían entre la repetición de elecciones y la felonía mayúscula de Sánchez. Y ahora leo en El Confidencial a Rubén Amón poner su vista y sus variadas hipótesis en el único poder autonómico socialista de García Paje y en el parlamentario de sus 8 diputados a Cortes.

Así que para no navegar en balde por mares de especulaciones sin cuento, aguardaré muchos días antes de volver a la reflexión sobe el próximo Gobierno para no añadir confusión a la confusión, que en este caso quiere decir pena a la pena y zozobra a la zozobra.

Pepe Domingo Castaño

 

             No me imagino, en verdad, cómo voy a poder oír los pocos  partidos de fútbol que oigo y seguir  los Tiempos de Juego con que me entretengo a veces, sin los anuncios cantados, sin las risas, sin la alegría descorchada de un hombre tan deportivamente vital como Pepe Domingo Castaño…

En Portugal (XIII)

 

Mata do Bussaco

 

Los frailes carmelitas descalzos portugueses,
reformados y reformadores,
sabios expertos en cuestión de soledades,
eligieron en 1628 el bosque de Bussaco
Mata do Bussaco-,
parte de la Sierra del mismo nombre,
de 547 metros de altitud,
cerca de Coimbra,
donde un viejo monasterio, siglo VI,
de la preclara Orden de San Benito,
rodeado de pinos, cipreses, robles y encinas,
y allí levantaron un ascético convento carmelita
en lo que ellos llamaron desierto,
según sus prístinas y santas tradiciones.

Con tiempo y trabajo
extendieron aquella lejana y barata propiedad
hasta 400 hectáreas,
la cercaron de una tapia de piedra de 5.750 metros de perímetro,
cultivaron feraces tierras de labor,
diseñaron y plantaron jardines.
levantaron once ermitas en todo el territorio,
trazaron un bello vía-crucis,
abrieron sendas y caminos,
alumbraron fuentes, eligieron miradores,
y, sobre todo,
con la ayuda de todas los conventos carmelitas del mundo,
trajeron a Bussaco setecientas especies arbóreas,
muchas no conocidas en Europa:
abetos del Himmalaya,
eucaliptos de Tasmania
alcanforeros de Japón,
acacias australianas,
araucarias brasileñas,
fresnos del Pensilvania,
ginkgos biloba y palmeras asiáticas,
secuoyas, tilos y tuyas de Méxiico y Texas…
cedros del Cáucaso…
Plantaron, replantaron y extendieron
las especies autóctonas comunes:
hayas, olivos, alcornoques
olmos, tejos, lentiscos…
Un día del papa Urbano VII consiguieron
una bula que excomulgara
a todos los que talasen o degradasen
el bosque sagrado y encantado,
que no solo fue un templo natural de oración y silencio,
sino que atrajo a todos los grandes dendrólogos del mundo.
Desde la Fuente Fría
rodaba y rueda el agua hasta el  verde valle de los helechos
entre calas, hortensias, rododendros, pseudo plátanos.

 

Las leyes laicistas de 1834 sacaron de los conventos
a las Órdenes religiosas de Portugal.
Una parte del ascético convento  carmelita fue después convertido
en palacio de caza de la Casa Real portuguesa,
más tarde en un lujoso
Palace Hotel Bussaco.
¡Pintoresco remedo  de la Torre de Belem,
Monasterio de los Jerónimos
o Convento de Cristo de Tomar!
Y muchos coches de alta gama en derredor.

 

 

 

En Portugal (XII)

 

 

Mosteiro da Batalha

 

Contemplando el sublime Monasterio de Batalha,
y ahora que hablo en términos abstractos,
casi puedo decir que ¡Bendita Aljubarrota,
4 de agosto de 1385,
entre las tropas de don Joâo, Maese de Avis, y de Juan I de Castilla,
por la  herencia  sustanciosa del rey don Fernando,
que era el reino florido del bello Portugal!

Ya sé que no hay victoria verdadera,
si muere un solo  hombre injustamente,
ni siquiera aunque el templo votivo
lleve el nombre de Santa María da Vitôria,
dure casi dos siglos
y vea morir a los  quince mejores arquitectos del país.

Bendita, en cualquier caso,
esta joya manuelina;
panteón nacional;
patrimonio universal;
este bosque incomparable de gótico radiante,
de gótico flamígero,
de gótico celeste;
este palmeral de  gloriosas esculturas;
esta nueva, espejeante, ciudad de Dios
de jardines vegetales,
de puertas y de tímpanos,
de claustros y de naves,
de arcos y de ojivas,
de columnas, capiteles,
contrafuertes, arbotantes,
bóvedas y cúpulas,
doseles y pináculos,
torres y campanarios,
para gloria de Dios  en el cielo y en la tierra,
del genio de Portugal,
y de una nueva  ciudad terrestre y cotidiana
a sus pies,
con el nombre de Batalha.

 

 

 

En Portugal (XI)

 

           Museo da Arte Antiga, Lisboa

 

Me fui sin otro quehacer
a la gran Lisboa, un día de calor,
para volver a ver el singular Apostolado
de Zurbarán,
en el Museo de Arte Antiga,
el mejor Museo de Portugal en esta época,
ampliamente renovado, enriquecido
con algunos de los mejores
pintores del mundo.
Hace ya muchos años que los llevo en la memoria
y en la capilla más íntima del alma
-nueve más San Pablo-:
grandes, varoniles, ásperos, hirsutos,
a la vez que místicos,
de pies enormes,
como llamados a recorrer el mundo.

 

Después de verlos, más reales que nunca,
no he podido ver más.
Todo el mundo sublime que yo iba buscando
estaba allí.
El arte,  en algunas ocasiones,
colma y supera nuestras fuerzas,
nuestra mente y nuestros ojos,
y… no hay quien le resista.

 

 

 

 

En Portugal (X)

 

Playas de Cascais

 

En las seis playas
de Cascais
juega con los bañistas
el manso mar.

 

Los, sigue, los persigue,
por delante y por detrás,
y no les deja nunca
ganar.

 

El cielo es azul cielo
y un vientecillo audaz
va levantando las olas
de jugar.

 

Los turistas por las calles
vienen y van.
Y la recia ciudadela
sigue provocando al mar.