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Sólo un recuerdo de aquel PSN-PSOE

 

                Cuando veo la zafiedad y petulancia con la que el secretario de organización del PSN-PSOE responde, a lo jayán, al partido mayoritario en Navarra, recuerdo los primeros resultados del partido socialista que fundamos en junio de 1982 en nuestra Comunidad Foral. Aquel partido, con voluntad mayoritaria, socialdemócrata y navarrista, alcanzó en varias legislaturas  el techo del 35% de los votos emitidos. Los casos de corrupción los hundieron hasta el suelo del 20%, y aún más bajo, del que no ha sabido salir. Tras 23 años de oposición por sus malas políticas, una nueva hornada de dirigentes, resignados más que militantes, encontró la posibilidad de tocar poder uniéndose con vínculo férreo a sus adversarios políticos. Un nuevo PSN-PSOE distinto sin duda de aquel, que con amplia base, y no solo suelo electoral, ganaba las elecciones.

Por el Valle de Lana (y II)

 

                          A los ochocientos metros  nos abre paso una buena pista que sigue varias direcciones, en un bosque prieto de encinas,  carrascas y madroños, mientras vamos admirando en nuestra lenta andadura rosales silvestres en flor, aulagas moriscas, coronillas coronadas, espanta lobos, tréboles de prado, mostajos. correhuelas…, que crecen en los márgenes del camino.

Muy pronto pasamos bajo un enorme peñasco de caliza blanca que se asoma sobre nuestras cabezas.  Allí arriba, una encina se contorsiona, agarradas sus raíces a la roca, a la que parece querer partir, amenazando seriamente a los viandantes En la primera curva, otra oportuna señal nos indica la buena dirección de la Peña de la Gallina. El nombre viene de  una batalla legendaria en esta montaña, ¡donde uno de los bandos, agotadas o inutilizadas otras armas, tuvo que defenderse con huevos gallináceos!

Subimos entre carrascas y madroños hasta las mismísimas piedras calizas derrumbadas de la muralla del castro en la parte meridional del mismo, llamado Peña de la Gallina o Berrabia, de 785 metros de altura, correspondiente al Hierro Antiguo y Final, por la vajilla de toda clase encontrada, canas de piedra y molinos barquiformes, comunes a todos los castros de la zona, y también en este caso algunos botones de bronce. La muralla es una larga hilada de cantos calizos, colocados a hueso, derrumbados en toda su extensión, más allá de los cuales no podemos avanzar hasta el espolón rocoso.

Al otro lado de la carretera y del arroyo Berrabia, que baja de Lókiz, en una cima cien metros más baja, está el poblado prehistórico llamado El Muro,  con doble espacio que el anterior, y que parece ser, al menos desde el Hierro Medio, una ampliación o relevo del mismo. Hace dos años llegamos hasta él partiendo de la ermita Santa María Beatasis, o de Santa María de Arriba, No cabe mucha duda de que que, tras la llegada de los romanos, los habitantes de estos castros montanos formaron en el llano la primera comuna de la que procede el municipio vecino de Zúñiga, que un día ya describió el viajero. Hoy he visto el pueblo más pintado y adornado que nunca, con el mismo bullicio de gente en torno a la cafetería ubicada dentro de la que fue escuela unitaria de niñas y niños, con  encantadores dibujos también en su fachada.

Al volver por donde hemos venido, encontramos una familia que pasea por la carretera. Pegamos la hebra preguntándoles por nuestros castros, y no habíamos reparado que estábamos cerca de la ermita de San Miguel, que no conocíamos. No acompañan gentilmente hasta el montículo donde se halla, casi oculta por los árboles que la circundan. Era el templo del desolado de Iriberriguchía, despoblado en 1402 y, veinte años más tarde, término de Gastiain. Está abierta y entramos. Cerca está también la ermita de San Sebastián, famosa por las siete lápidas romanas empleadas en su construcción, hoy en el Museo de Navarra. Pero nos dicen los paisanos que está poco accesible y cerrada, y renunciamos.

 

Por el Valle de Lana (I)

 

 

         Ha salido un día nublado, tras varios días de anunciarnos las anheladas aguas de mayo, pero la temperatura es primaveral. Y es agradable el sol, cuando se impone.

Hace ya muchos años que describí el valle y Valle de Lana, el más pequeño de Navarra, con todos sus pueblos. Al socaire de la sierra de Lokiz, es el valle más recogido, recóndito e íntimo de nuestra geografía, muy parecido al de Berrueza, pero con un circo de rocas desnudas y gigantes –Monte Santo– que lo hacen único. Los trigales todavía están verdes y reina un silencio telúrico, confortante y protector.

Siguiendo al largo río Galbarra, afluente del Ega, y por el congosto más largo de Navarra, nos damos de bruces con el castro de la Edad del Hierro, llamado Galtzarra, sobre el espolón rocoso de la montaña, alta de 681 metros, puesto privilegiado de vigía sobre el desfiladero y entrada sur al valle. Según Javier Armendáriz, que lo encontró y estudió, quedan restos de la muralla que protege el flanco norte, de piedras calizas colocadas en hueso y calzadas con ripios, con su correspondiente foso. En su extenso posible espacio, hoy bosque cerrado de encinas, encontró vasijas manufacturadas y celtibéricas a torno, canas de piedra y molinos barquiformes, utensilios que se repiten en todos los castros del entorno. Aquí se añaden conchas de almejas de agua dulce.

Hay un grupo de mujeres, tal vez de excursión, en el centro de Galbarra, capital administrativa del Valle, con muchos tiestos de flores delante de las casas y troncos de árboles pintados.

A menos de un kilómetro del castro anterior, y, al otro lado del congosto, en la llamada Peña de El Salvador, se repite otro castro, algo más alto, de espacio mucho más reducido, del mismo tiempo y de similar factura, sobre el abrupto farallón que da al valle, tan poco accesible y visible como el Galtzarra. El nombre le viene de la ermita de San Salvador, ya existente a mediados del siglo XIII, y extinguida por orden del obispo Igual de Soria en 1801.

Al salir del circo natural de Lana, por el corredor noroccidental que drena el arroyo Berrabia, para subir a la Peña de la Gallina, pasamos al pie de San  Cristóbal, nombre de una antigua ermita, extinguida por el mismo obispo y  la misma fecha. En la cima, ahora piramidal y de 843 metros de altitud, existió, según nuestro investigador guía, ya en tiempo del Bronce Final, una torre de control  y de señales, que unía en visibilidad los dos castros descritos con los otros dos que vamos a describir. Fue por eso muy escasa la cultura material que allí se encontró.

Bajando por la carretera que nos lleva a Zúñiga, agradecemos una pequeña señal, a nuestra izquierda, que nos indica un castro a ochocientos metros. Sin ella nos hubiera sido mucho más difícil encontrarlo.

El salvoconducto del progresismo

 

                             Publico en DN una carta al director recordando nuestra fundación del PSN-PSOE en junio de 1982 y reafirmo mi voluntad de que en nada contribuya al envilecimiento, degradación y desnaturalización de la la política navarra, de Navarra misma.

Antes de enviarla al periódico, alguien que la leyó y tiene autoridad probada me animó a encabezar un grupo de firmas que suscribieran el texto como un manifiesto público y preelectoral frente a la actitud y a la actuación del actual partido navarro, que ha asumido plenamente el desvarío del partido nacional. No me atreví, no porque me disgustara el compartirlo, sino porque dudaba de que un número suficiente de militantes o ex militantes se atreviera a tan heroico menester. Sabiendo muy bien que muchos de aquellos fundadores, dentro o fuera ya del partido, no comulgan con la política socialista -sanchista- actual, sé también cuán arduo les resulta a muchos manifestar su opinión y, mucho más, hacerla púbica. La presión del progresismo, trufado de nacionalismo vasco, especialmente hegemónico tras la ocupación por ETA-HB de casi todos los espacios públicos, ha hecho posible, cuando no forzoso, el silencio de los corderos y el adormecimiento de los leones.

Cuando ayer, en el mismo DN, la presidente del Gobierno, la socialista María Chivite, defendía sin rubor, y sin un ápice de autocrítica, toda su política, imitando en todo al presidente Sánchez y secretario general del partido, el único criterio utilizado era el carácter o mito progresista de su actuación, atribuido a sí misma por ella misma, entendido como la lógica suma de votos de izquierda -otro mitologema- para permanecer en el gobiernito tenemos del amigo Sancho Panza. De ahí que su preferencia actual e indestructible sea un nacionalismo vasco entre confederalista e independentista, y un batiburrillo podemita-comunistoide, igualmente autodeterminista. ambos lejanos del constitucionalismo español como del fuerismo navarro  y del unionismo europeo, más o mucho más extraños que VOX. Por lo que nadie puede extrañarse de que no haga tampoco ascos a cualquier coqueteo, colaboración y hasta sumisión respecto a Bildu, desde la misma elección, cuando la ocasión lo requiera, como ha ocurrido en toda la pasada legislatura, queriendo ocultar siempre lo que hay en ello de blanqueamiento, promoción y regalo -no hay votos sin prendas- de toda la herencia de ETA.

Solo falta esperar, sin desmayar el contante trabajo de cada día, el retorno de los dormidos,  de los semidespiertos, de los cansados, de los indiferentes, de los engañados sin intereses… Y volver, pero ya al estilo del siglo XXI, al entusiasmo de los que fundamos el PSN-PSOE en aquel junio de 1982.

Compra de votos, secuestro…

 

                    ¿Volvemos a los fraudes cometidos en las elecciones del Frente Popular, en febrero de 1936? ¿O, incluso, a los tiempos, ya proverbiales, de Romero Robledo, cuando era ministro de la Gobernación., en los primeros años de la Restauración?

El telediario que acabo oír esta noche en tres cadenas, para asegurarme bien, me obliga a hacerme esas preguntas. Además de los casos de compra de votos en Melilla, Albudeite, Mojácar… parece que se vislumbran varios más en varias provincias. A todo lo cual se añade la acusación judicial formal de un secuestro contra el tercer hombre del PSOE andaluz, así como la retirada por la Junta Electoral de una candidata  de Bildu en Guipúzcoa, por no haber cumplido aún los años de inhabilitación (Descuido de la Fiscalía General del Estado, que dio por jurídicamente bueno todo el catálogo de candidatos bildutarras).

¿Qué garantías cívicas y éticas se exige, desde hace mucho tiempo, a los nuevos inscritos -no digo militantes- de los partidos políticos en España? Ninguna. Basta una firma de otro inscrito, que puede ser tan pillo como él.

¿Qué han hecho los partidos, especialmente el PSOE y el PP, los dos partidos del gobierno durante los últimos años, para corregir la ley electoral y  evitar la vieja corruptela de la compra de votos, cuando, como en el caso de Melilla, era un secreto a voces, un delito a la luz del día?  ¿O les iba bien a los dos?

Vicio, con Vinicio o sin Vinicio

 

                  El vicio, el sucio vicio de insultar, de denostar, de despreciar, de apabullar al otro, considerado y tenido por inferior, por extraño, por ajeno, por odioso, por enemigo, es un viejo vicio, muy anterior a la existencia, a la llegada y a la actuación del futbolista brasileño Vinicio.

Cuando pinta la ocasión de hacerlo anónimamente, cobardemente, sin dar la cara y sin responsabilidad alguna, los casos se multiplican hasta el infinito. Tal ocurre en los campos de fútbol o en cualquier espacio multitudinario. ¡Qué no habrán vomitado, con música y sin música, antes, durante y después de muchos partidos, y no solo desde las filas de los Ultra Sur e Indar Gorri, muchas gargantas, no sólo nutridas por el alcohol y la droga, contra los deportistas del equipo contrario, contra sus directivos, contra los árbitros, contra las autoridades locales y nacionales, contra símbolos políticos o religiosos…

¡Y nunca pasaba nada!

Aun ahora, algunos moralistas del dos al cuarto hasta nos distinguen entre insultos standar -¡los admitidos por todos!- y los genuinamente racistas: negro, mono..., para justificar  lo injustificable.

Ojalá que desde lo ocurrido en Valencia con el brasileño, seamos también intolerantes con lo intolerable y los intolerables, y comencemos a suspender partidos, a expulsar de los estadios a los energúmenos, a restar puntos a los falsos tolerantes…

Los insultos, las pullas, los improperios, los vituperios, las injurias, los dicterios, las invectivas… no son sino especies, mayores o menores, del desprecio, del odio, del homicidio, del crimen. Y, desde el mero punto de vista cívico, de la falta de civilización.

!Y estamos acostumbrados a que nunca pase nada!

Saber a quién votar

 

                   Ayer, mi artículo en DN, titulado Saber a quién votar, mereció cuatro  comentarios. Uno, muy breve, no venía a cuento. Otro estaba de acuerdo con lo que escribí. Un tercero distinguía bien entre voto en blanco y la abstención; incluía el blanco en el sistema electoral y reconocía que la abstención es muy otra cosa, con lo que venía a coincidir conmigo.

Y el cuarto, cosa de perro viejo, repetía el falso  y viejo latiguillo de que había sido yo el muñidor de la entrega del Gobierno de Navarra a UPN, lista más votada, en 1995, y que ahora venía propugnando el voto en blanco. ¡Poco sabe de política, y menos de política en el PSOE, quien piense que un militante cualquiera de provincias pueda ni siquiera muñir la decisión de la ejecutiva nacional! La decisión, tras el escándalo de la cuenta de Otano en Suiza, la tomó la dirección del PSOE, que hizo suya, por unanimidad, la Gestora en Pamplona, entonces presidida por Alberto Pérez Cavo. Testigos de ello pueden ser los hoy puntales del Gobierno social-podemita.-nacionalista vasco, Inma Jurío y Javier Remírez Apesteguía, miembros de aquella Gestora.

Además, propugno el voto en blanco de por sí, como voto de protesta o  de último remedio, especialmente frente a la abstención, escandalosa hoy en Navarra, mayormente en los municipios.

Y defiendo ante todo el voto democrático, libre y consciente. Y consecuente.

«… sólo con sangre se gana»

 

                             Termino de leer la novela Purgatorio, de Jon de Sistiaga. El final es macabro, con los  tres etarras o ex etarras muertos entre sí, y la policía haciendo otra de las suyas, añadiendo muerte a la falta de arrepentimiento. Un final que desagradará a muchos y no se lo perdonarán al novelista.

Pelillos a la mar. En la Nota del autor, al final del libro, hay una referencia a la desolación, la indefensión, la tristeza infinita de las víctimas. Su incomprensión del mundo, su dolor, su desesperación, en fin, su duelo.

-Y hay algo más, que también se repite constantemente, en Euskadi, en Gaza, en las selvas de Colombia, en Irlanda del Norte, en Irak o en Afganistán, en Ruanda o en Somalia: unos pocos, unos cuantos «elegidos», profetas del odio, profesionales de la manipulación, curiosamente siempre profesores, escritores, filósofos o periodistas, convencen a otros muchos de la necesidad de hacer sacrificios humanos por la Causa. De la necesidad de matar a otros por ella o que ellos mismos mueran. Esa idea terrible de que solo con sangre se gana. Siempre es igual…