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«Señor, ¡una limosna!»

         Me trae javier como regalo del autor el libro del escritor castellano Vicente Martínez Pérez, titulado En Hierro y en Palabras</ un libro muy original de poemas y de dibujos de esculturas en hierro, editado por la Colección feadulta.com, donde el autor tiene publicadas numerosas obras de carácter religioso. En verso medido o en verso libre, y, a veces, en forma mixta, VMP une una rica hondura religiosa con una variedad resonante de temas, una actualidad pungente y un fino sentido del humor, como en estos versos que, por su brevedad magistral elijo:

Los labradores, cuando yo era niño,
pendientes de la lluvia y la cosecha,
con el amanecer tendían su mano
suplicante al cielo:
-«Señor, ¡una limosna!».

Del Castejón en Falces a San Mauricio en Funes

 

                 Está una mañana preprimaveral, después de una quincena con temperaturas bajo cero, que han retrasado la floración, blanca y sonrosada, de los almendros, que nos acompañan hasta la entrada de Falces, que tiene antes de su entrada un polígono industrial y un feo silo de almacenamiento.

Atravesamos todo el barrio bajo, junto al río, llegamos al inmenso cementerio, con muchos cipreses, bajo una colina pinosa, y, equivocados, nos vamos, entre olivares bajos y viñas altas, hasta la cabaña de Arriazu, en término de El Común, ahora rehecha en forma piramidal. Almorzamos cerca contemplando la belleza sinfónica de la Sierrra, una serie armónica de quebradas y cabezos, que va desde el Alto del Chorro y llega hasta el mismísimo pueblo de Lerín, que hace de escarpe final occidental. Hacen un bonito juego con las dos espaldas montañosas, también simétricas, pero más breves que embellecen a Peralta.

Hemos ido demasiado lejos, pues el castro que buscamos, llamado Castejón, está más cerca del pueblo: un espolón de terraza encima del Arga, entre 322 y 332 metros de altitud, y algo más de 6.000 metros cuadrados de superficie. Lo identificamos pronto por el almendral florido, encima del primer foso, al poniente del poblado, y que un día fue probablemente el recinto exterior o económico del mismo. Bajamos primero, pasando por un estrecho congosto, barranco en días de lluvia, entre dos escarpes, hasta el río para verlo mejor. Y justo debajo del espolón hay una finca con 56 vacas, que ocupa también un cerro paralelo al castro, y hasta cuenta con una pequeña plaza de toros artificial. Tenemos la suerte de encontrar al dueño de la misma, que anda preparando una próxima capea de jóvenes y está contento porque este año van a correr sus vacas en el célebre encierro del Pilón. Pero de castros no sabe nada, ni siquiera el nombre del mismo, y al preguntarle sobre el castro La Atalaya, lo confunde con la Atalaya de Peralta.

Sabéis del pueblo más que yo.

Vueltos al almendral, subimos por un sendero angular de cabras hasta la cima, un rasillo semitriangular, poblado de sisallos y manzanillas, bien defendido por las pendientes naturales por todas partes, excepto por la parte O, donde se levantó la larga muralla, hoy convertida en un bien visible derrumbe de piedras y tierras, a varios metros encima del almendral. Aquí encontró Armendáriz  cerámicas celtibéricas, un fragmento de cerámica campaniense y un as ibérico de la ceca de Barscunes. El alcalde Jesús María Sanz consiguió que los dos espacios quedaran libres de cultivo. Solo queda el almendral, todavía parcialmente florido, pero abandonado y enmarañado con un espeso matorral de agavanzos o rosales de burro. El ocaso de este poblado celtibérico debió de ser violento, en la primera mitad del siglo I a.C., pues se encontró un cierto nivel ceniciento de incendio con grandes fragmentos de cerámica. Por fortuna, hace años se cerró la escombrera, que ocupaba la parte alta occidental del castro, aunque aún quedan algunos residuos debajo del primer foso.

Elegimos para el almuerzo un banco de piedra, en el extremo de uno de los muchos olivares nuevos, en espaldera, que bordean el río Arga, sobre el que revuela una banda de jilgueros. Un almendro nos da sus flores más que sombra, En el río nadan unos patos y de vez en cuando uno de ellos  remonta el vuelo y se aleja aguas abajo. También vemos dos cigüeñas, separadas, dentro del agua .

Por la tarde, tras tomar un café en la terraza del primer bar que encontramos a la entrada de la villa, pasamos al otro lado del Arga y por la carretera de Artajona nos acercamos al castro llamado La Atalaya, no lejos de la villa romana de los Villares. A sus pies, corre el barranco Palamura, prieto de carrizos. El cerro tiene toda la pinta de un castro. Es algo más alto que el anterior: 365-371 metros, y menos amplio (4.500 metros cuadrados). Pero muy anterior, tal vez desde el Bronce  o Hierro Antiguo. Un escarpe de piedra hace de muro natural al O y una muralla artificial de piedra y tierra lo resguarda al E. Aún quedan restos de una torre circular medieval, tal vez arábiga, que aprovechó materiales antiguos. Buen observatorio que domina los valles del Cidacos, del Arga y del Aragón. En el poblado se encontraron muchas cerámicas manufacturadas, molinos barquiformes y percutores en piedra.

Todavía tenemos tiempo para llegarnos hasta Funes, en busca del último castro de esta tarde. Pasamos el puente sobre el Arga y nos metemos en ese segundo Funes o Funes B, lleno de casas, calles, fábricas, naves, huertas, campos de labor. Preguntamos por el término de San Mauricio. Un paisano mayor nos remite a la próxima Cooperativa, pero preguntamos antes a una pareja de jubilados. No conocen el castro como tal, pero sí el nombre del término, que debe su nombre a una ermita antigua, que ni siquiera consta en el libro clásico de Ermitas de Navarra, y de la que ellos tampoco han oído hablar. Fue un poblado de Hierro Antiguo, montado sobre un tell, o montículo, a 280-84 metros de altitud y una superficie de 6.500 metros cuadrados, en plena llanura aluvial, donde nuestro amigo arqueólogo halló unas pocas cerámicas manufacturas y un molino barquiforme. Nuestro interlocutor funesino, por cierto, no aparece muy entusiasta con las famosas obras de cambio y reparación de las antiguas madres del río, únicas en España, que las tenemos muy cercanas, y que no acaban de terminar.  Les digo cómo el viejo poblado fue convertido en regadío en lo años sesenta, y me dice él que eso sí que no, que, si eso fuera, él se acordaría bien; que debió de ser antes. Nos indica la dirección: más cerca de Peralta. Pero damos vueltas y vueltas y no lo encontramos. El terreno, ovalado, fue allanado, pero aquí y a estas horas es tarea ardua identificarlo. Tal vez es ahora un habar o un campo de cebada.

Ya casi no se ven ni las flores de los almendros.

 

Tercer domingo de Cuaresma

 

Jesús y los samaritanos

Eclo 50, 25-26; Lc 9, 523-54; 10, 29-37; 17, 11-19; Jn 4, 4-48; 8, 48; Hch 1, 8; 8, 1. 5-25; 15, 3.

 

Era Samaria o País de Samaria
la parte central montañosa de Palestina,
al sur de la llanura de Izreel,
al este de la llanura de Sarón y al oeste del río Jordán.
Fue el antiguo dominio de las tribus
de José, Efraín y Manasés, y parte de Benjamín:
el reino del Norte o reino de Israel.
Conquistado por asirios, babilonios, persas y griegos,
estaba habitado por algunos colonos descendientes de los mismos,
y por muchos semitas, helenistas mayormente.
Tras tomar partido en favor de los Seléucidas, 
Juan Hircano, sacerdote asmoneo, lo vinculó a Judá,
después de tomar Siquén, la ciudad más antigua
-hoy, Nablús-, y  la capital Samaria;
tras destruir también el templo del monte Garizim,
el santuario supremo de los samaritanos.
Pompeyo lo incorporó a la provincia romana de Siria
y Augusto lo donó al rey Herodes el Grande,
que lo fortaleció y embelleció,
y dio a su capital el nombre griego de Sebaste,
que  sign
ificaba Augusta.

Ya Ben Sirá, el sabio autor del Eclesiástico,
lo llama el pueblo necio, que mora en Siquén,
detestable igual que edomitas y filisteos.

No era fácil  tampoco en tiempos de Jesús
la relación entre judíos y samaritanos.
Cada pueblo adoraba a Dios en templos distintos,
aunque ambos tenían por sagrados los libros del Pentateuco.

Es cierto que Jesús no intentó predicar en tierras samaritanas.
Un día en que quiso, partiendo de Galilea, subir a Jerusalén,
envió a sus discípulos a una aldea de Samaria a preparar la posada.
Pero no los recibieron allí, por ser peregrinos al Templo judío.
Santiago  y Juan quisieron entonces
que un fuego bajado del cielo los consumiera,
pero Jesús los reprendió y se fueron a otro pueblo.

Tenían mala fama en Israel los vecinos samaritanos.
Los judíos enemigos de Jesús le llamaron un día
samaritano,

como hombre poseído del demonio.

Pero el único leproso de entre los diez curados, del relato de Lucas,
 que volvió a dar gracias al Maestro,
fue un samaritano.
Y el mismo Lucas redactó la bella parábola que lleva ese nombre,
donde el sonoro trueque de expectativas,
tan propio de Jesús, es evidente:
quien cura al herido y desvalijado por los ladrones
no es el sacerdote ni el levita judío,
sino un generoso samaritano.
Porque el prójimo no es solo el de casa, el del pueblo,
sino cualquier ser humano sufriente,
necesitado de ayuda,
esté donde esté,
se llame como se llame.

El evangelista Juan sitúa en Siquén, Sicara en arameo,
junto al pozo de Jacob , y en diálogo con una mujer samaritana
-cosa increíble, escandaloso  por entonces-,
su alta teología del encuentro,
donde pasa Jesús de ser un simple judío
a ser un profeta, y luego Mesías,
y después, aclamado por el pueblo, Salvador del mundo.
Evocación tal vez de un encuentro del Maestro en Samaria.
O síntesis preciosa
del mensaje apostólico
en esas tierras, según el libro de los Hechos,
tras la resurrección gloriosa de Jesús.

 

¿Un deterioro institucional?

 

            Diez académicos acreditados, desde Manuel Aragón a Gabriel Tortella, acaban de escribir  un libro, titulado España: Democracia menguante,  editado por el Colegio Libre de Eméritos, donde afirman que España sufre un grave  problema de legitimación política. No de legitimación de la democracia, sino de radical insatisfacción con su funcionamiento.

Para tan sabios y críticos autores, hay en España toda una difuminación de la división de poderes, ya que el presidente del Gobierno, además de controlar su partido, controla el poder legislativo, y, en buena parte, el judicial.

Relevante es la crítica que hacen al actual presidente del Gobierno en su relación con la Corona, claramente fijada en la Constitución, que se incumple habitualmente en gestos, silencios o abusos, que vienen a reducir o anular los derechos y los deberes del rey como jefe del Estado. A ese propósito se cita la nula desaprobación de los habituales desprecios antimonárquicos de los independentistas catalanes o de la alcaldesa podemita de Barcelona, así como la nula defensa de la personalidad del monarca; la probable desinformación del rey  (y su total ausencia) en el cambio de la política española respecto del Sáhara; la serie de gestos presidenciales que rompen el protocolo más elemental, ya comentados por todos los medios informativos;  palabras y gestos impropios de un presidente de Gobierno y más  propios del jefe del Estado…

Tanto es así, que, convencidos de que la Monarquía parlamentaria en España esté convirtiéndose en Parlamentarismo presidencialista, los diez académicos proponen, entre las futuras enmiendas a la actual Constitución, el cambio del título de presidente del Gobierno por el más adecuado de primer ministro, que es el genuino título que cabe a tal dirigente político en una Monarquía parlamentaria. Lo que acabaría con la confusión de un título subordinado, como es el caso del presidente español, con el título supremo de las presidencias presidencialistas de ciertas Repúblicas. Afortunadamente, muchos no queremos como presidente del Gobierno a este presidente, pero mucho menos como jefe del Estado Español.

Nuevos aforismos

 

 -Hay quien, sin saber qué y quién es una mujer, preside un Ministerio sobre la Igualdad (de las mujeres).

 

-Solo sabe a dónde va quien sabe de dónde viene. Sin Historia, sin Filosofía, sin Humanidades, muchos jóvenes de nuestro tiempo no saben de dónde vienen.

 

-El desierto está lleno de desertores.

 

-Aguantamos a los viejos, si parecen jóvenes. Aborrecemos a los jóvenes que parecen viejos.

Mujeres frente a frente

 

           ¿Para que volver, tras la esperpéntica sesión de ayer en el Congreso, a los errores, las contradicciones, los empecinamientos, las rupturas, las desfachateces, las ignominias, la doble o triple moral de este Gobierno? ¡Y un presidente, entre avergonzado y cobarde, que no asiste siquiera a la sesión!

Pero frente a esa caricatura de las dos nuevas feministas, ministras de un Gobierno democrático y europeo, solas y aisladas en el banco azul, están millones de mujeres, dignas y laboriosas, comenzando por nuestras madres, genuinas representantes del Día Mundial de la Mujer Trabajadora.

De la paridad y de otras paridades

 

               Bien está que las Directivas de la Unión Europea, aunque sean inspiradas por el PP europeo, la mayor formación política de la Unión, se trasladen a todos  los países, incluidos los gobernados por socialistas, aunque el español esta vez muestre y manosee la paridad de las mujeres como iniciativa propia y triunfo partidista y personal.  Bien está que las mujeres, antes y después del 8 de marzo, ocupen el lugar y la extensión debida en listas electorales, administración de empresas y gobiernos locales, regionales y nacionales. Con la moderación que requiere la operación y la firmeza que merece tan noble causa. Después de todo, Europa es el continente que sobresale, con todas las correcciones que se quiera, muy por encima de los otros en la legislación de todo tipo en apoyo a la mujer.

Y tiempo habrá de pensar en otras paridades, necesarias también para el equilibrio de toda la sociedad. Pienso en la paridad entre personas jóvenes y maduras.  Entre personas capacitadas y personas con alguna discapacidad. Entre personas autóctonas y personas inmigrantes. Entre personas blancas y personas de color. Y así podríamos seguir mucho rato…

Formigal /Anayet

 

Ha nevado un cielo sobre la tierra,
que ha amanecido blanquiceleste. 
Y todo es creación
y movimiento.

Unos suben.
Otros bajan.
Unos corren.
Otros vuelan.
Coreografía total.

La historia del mundo acaba de comenzar,
 toda en colores.

Y el chocolate espeso nos parece
más sabroso que nunca.