Archivo del Autor: vmarbeloa

Entre golpistas

 

    Este ha sido uno de los días más tristes de nuestra democracia, que expresa bien el grado de miseria de nuestra inconvivencia democrática. Que partidos se acusenn mutuamente de golpistas no se oye todos los días en Parlamento alguno digno de ese nombre.

La cosa comenzó hace muchos años, cuando los dos grandes partidos españoles prefirieron elegir jueces adictos o cercanos a su partidismo a elegir jueces como Dios manda. Con algunas excepciones. Desde entonces, si atendemos a los términos con los que se los conoce, tenemos más que jueces unas personas que se llaman conservadoras y progresistas, mandadas por el PP y el PSOE. Lo que es la mayor corrupción de la justicia (prevaricación, al menos teórica).

El empecinamiento de la mayoría conservadora por mantenerse en el puesto, tras caducar el tiempo de su ejercicio siempre se ha justificado con el deseo de preservar la constitucionalidad de las leyes  durante la presidencia de Sánchez, y la legalidad de las medidas tomadas contra los independentistas catalanes, a cuyo servicio se ha puesto Sánchez con toda clase de bicocas, con tal de tener sus votos para los Presupuestos, lo que es poner la Nación en almoneda. Y más después que el Gobierno, en su ultimatum, se haya saltado todas las normas de la decencia. Por lo que, legalmente, el Gobierno social-populista tendría razón en un principio, mientras políticamente la tendría el PP, valorando todo lo que se pone en juego. Una aporía irresoluble, ante la que el comisario de Justicia de la UE no supo qué hacer.

Hoy hemos llegado al final de la aporía, convertido el Congreso en un patio de fieras.  Puede ser que el lunes tengamos la explosión final del caso. Para vergüenza de todos.

De dónde viene el deseo de escribir

 

                Tras felicitarnos mutuamente la Navidad, mi viejo amigo Cástor Olcoz, desde su residencia donostiarra, templada y serena, me envía una entrega de su cuaderno de bitácora, que yo se lo copio con las dos manos:

¿De dónde viene el deseo de ser  escritor? Que alguien se someta por su voluntad a una tortura diaria, con raros episodios de dicha estática, solo puede deberse a una disfunción.

Sea deformidad general del cuerpo (Pascal); sordera (Ronsard); ceguera (Milton); sordera (Byron); manquera (Cervantes); tartamudez (Esopo); asma (Séneca); dislexia (Dickens); anorexia (Kafka), epilepsia (Dostoievski); neurastenia (Prouts); halitosis (Voltaire); sífilis (Nietzsche); insomnio (Cioran); jaqueca (Schopenhauer); dolores articulares (Santa Teresa de Jesús); vértigo (Lutero); alcoholismo (Poe); depresión (Juan Ramón Jiménez); esclerosis lateral amiotrófica (Piglia), etc., etc.

Que la idea de ser escritor resulte tan atractiva para la mayoría, incluyendo los sanos, es lo que resulta inexplicable.

Graham Grene, no obstante, dice: A veces me pregunto cómo se las arreglan todos los que no escriben, componen o pintan para escapar de la locura, de la melancolía, y del pánico inherente a la condición humana.

Concierto de los London Handel Players

 

 

Ocho músicos,  en violines, violas, flautas, chelo  contrabajo y clave,
nos trajeron esta tarde a los maestros Bach, Vivaldi, Teleman y Händel.
Con ellos pasamos dos horas sin tiempo en un  paraíso amable,
sin lugar, sin nombre, pero siempre acompañados.
De cuando en cuando se oían cantar los pájaros.

La desgracia advino cuando, al fin, tuvimos que levantarnos
y ponernos de nuevo los abrigos.

 

 

El humor de Jesús de Nazaret

 

                          Me invitaron, la semana pasada, a volver a ver la película El nombre de la rosa, hecha  sobre la novela, muy superior, de Umberto Ecco, que todos leímos en su día con apasionamiento. Recordemos: la madre del cordero de la tragedia, que acaba en más muerte y en destrucción total, es el códice aristotélico sobre la comedia, sobre la risa y la capacidad del hombre de reírse de lo humano y lo divino. Y ese códice, guardado a cal y canto en la fortaleza de la biblioteca, como posible corruptor de las mentes de los monjes, es la causa de que varios de ellos lo codicien, se acerquen a él subrepticiamente y lo lean, envenenándose a la vez con el veneno puesto en sus páginas por el veneable Jorge de Burgos, guardián de la ortodoxia.

Jorge de Burgos se hubiera escandalizado también de aquellas palabras del novelista israelita Amós Oz: Leí los Evangelio y me enamoré de Jesús, de su visión, de su ternura y de su soberano sentido del humor. Tales palabras le sirven al cultísimo cardenal Ravasi para traer a colación el ensayo del biblista alemán, Klaus Berger sobre el humor de Jesús: una reversión –según este último– de todo lo que se percibe como serio, amenazante y capaz de infundir miedo. Es la destrucción de un poder presuntuoso, y una reafirmación de la libertad. Para desmontar estereotipos Jesús de Nazaret echa mano de la paradoja, la ironía, la crítica directa, el riesgo, la hipérbole y el uso del absurdo: el camello y el ojo de la aguja, la extirpación del ojo o de la mano, el ciego que guía otros ciegos, la serpiente que se da al hijo para comer, la lámpara escondida debajo del celemín, las perlas arrojadas a los cerdos…

Transgresor de los tabúes, Jesús consigue extraer enseñanzas virtuosas incluso de lo indecoroso: las molestias al vecino, las vírgenes en medio de la noche, los insultos de glotón y borracho… Es difícil entender al Maestro sin tener una pizca de humor. Lo mismo a la hora de sus señales y milagros: la morera plantada en medio del mar, o los dos mil cerdos ahogados en el lago de Tiberíades.

Este tipo de humor, entendido en su sentido amplio, se convierte en una forma simbólica de emplear con poder y radicalidad palabas y acciones, llamamientos y juicios, vida y muerte. Es una epifanía humana del Cristo, ampliada por los evangelios apócrifos. Es el lugar propio de la humanidad y de la libertad que uno se toma de sí mismo, representados dentro del mundo de El nombre de la rosa, en el sabio y sereno visitador franciscano Bernardo de Barsqueville. Humanidad y libertad que no han entendido, ni entienden ni entenderán todos los inquisidores y ferocees guardianes de la falsa ortodoxia, como Jorge de Burgos, que, al parecer, era español.

Un pesado sueño

 

       Ha sido esta madrugada, poco antes de levantarme. Tres personas, borrosas, no identificables, me robaban la máquina de afeitar en el Parlamento Europeo. Ví primeramente cómo intentaban cambiarme una cosa por otra y, de inmediato, cómo uno de ellos echaba a correr llevándose la cosa. Grité entonces y con el esfuerzo del grito me desperté.

La cena de ayer, como de costumbre, fue frugal: la ensalada de siempre con la media manzana de siempre. Nada de estómago ocupado.

¿Será la causa próxima la noticia de esa trama de sobornos en favor de Qatar entre unos  parlamentarios socialistas del Parlamento Europeo, que leí ayer por la noche? ¿O tal vez el robo cotidiano de artículos del Código Penal por nuestro presidente del Gobierno al servicio de sus proxenetas independentistas? O, ¿quién sabe, si tendrá algo que ver con este día consagrado a los Derechos Humanos, sobre los que tanto he ido escribiendo?

Tengo dónde elegir. Pero hubiera preferido soñar con que oía hablar a  Luis Enrique.

Despedida del otoño

 

         Fuimos buscando el otoño desde los últimos días de octubre y primeros de noviembre. Y nada. Por el Baztán. Por Urbasa. Por el Abodi. Por Quinto Real. Por Urkiaga.  Nada. El verano proseguía, unilateral y máximo. Ni llovía, ni hacía frío como para acabar con la clorofila, ni el viento era demasiado recio para arrancar las hojas de los árboles.

Solo al final de noviembre llegó un poco de frío y una poco de lluvia y el otoño se dejó ver. Una tarde, fuimos de Egozkue a Iragi, pasando por el Alto del primer pueblo y vimos por fin la escala de colores por la que pasa el hayedo, cuando comienza, continúa y termina su otoñada, que tantos años hemos visto en sus más extensos dominios del norte de Navarra. Hasta que, una tarde, paseando por los alrededores de Pamplona, reparamos en que el otoño más variopinto lo tenemos cerca de nosotros: en el Parque de Barañain, en los arboretos de la UPNA y de la Universidad de Navarra, en el Parque del Mundo, en el Paseo Fluvial del Arga, en el Parque de Berriozar, en el Parque de la Vaguada, en los glacis de la Vuelta del Castillo…

Desde mi misma ventana septentrional, y entre los pasillos por donde voy y vengo, más aca de los sempervirentes pinos, abetos y cedros, y de los almeces que disimulan su caducidad, veo el intenso otoño amarillo de los tilos y de los carpes, de la familia betulácea pero con hojas parecidas a las de los olmos, junto al verdi-amarillo desvaído de los fresnos; y, junto a los gigantescos, verdialbinos, álamos, sostenedores de nidos de picazas, el ocre-dorado otoño de sus pares, gigantescos plátanos, también habitat preferido de las monjas, que en sus ramas más otoñadas compiten con el color carne oscura  de los castaños de Indias que los contornean, propicios para las piernas cansadas. Al otro lado de la carretera, para que el contraste sea mayor, los tradicionales árboles que ornamentan nuestros fríos bloques modernos: los tejos recortados e impávidos con sus verdes imperturbables; los  ciruelos japoneses o pisardis, en su variedad atropurpúrea; las magnolias grandifloras, de verdes lustrosos, y unos jóvenes cerezos, con su última sonrisa sonrosada.

Teníamos el otoño tan cerca, y lo fuimos a buscar.

Inmaculada Concepción

 

Inmaculada Concepción de María

     Potuit, decuit, ergo fecit

(Johannes Duns Scotus, 1266-1308))

 

        Pudo y era lo mejor…,
luego lo hizo.

Eminens

Evidens

Solo asi se satisfizo.

 

 

 

 

A pesar de los penaltis…

 

      A pesar de los penaltis, que nos deslucieron la fiesta de la Constitución, seguiremos tan constituidos como antes.

No le quito importancia al fracaso. Veníamos de comprar mazapanes en Soto en Cameros. En la plaza de Juan Esteban Elías, el indiano generoso que financió el gran edificio de las escuelas (1822), y en tormo a su estatua, aún permanecían cerradas las barracas de la pasada y primera Feria del mazapán. La primera parte del partido la vimos en el Casino, pintado y adornado a la manera cubana. Solo nosotros nos movíamos por el pueblo solo. Apenas el río Leza llevaba agua  para que se le notata el paso bajo el puente gtrande. La segunda parte, retransmitida en Onda Cero  por un crack tan patriota como nosotros, era tan agobiaora, que apenas la niebla baja invadiendo todo el Cañón de Río Leza podía sosegarnos y tranqulizarnos. Y asi hasta llegar a casa, y oír, después de mucho rato, que habíamos sido expulsados por los penaltis del estadio del maldito Mundial de Qatar. Mi dilecto y sereno José Sámano me serenó pronto. ¿De verdad, también los futbolistas españoles tenían miedo, como Sánchez, de no ganar? A otro perro con ese hueso…

No le quito importancia al fracaso. Sé que para muchísimos la decepción,  el enfado, la rabia, la crítica acerba contra el el entrenador y contra algunos o todos los jugadores redundará en una baja estima, en una disminución del patriotismo y de amor al país, que es malo, malísimo para todos. Así somos. Así venimos. Así hemos sido educados.

Pero eso se pasará pronto. Cambiará o no el entrenador, casi siempre el chivo expiatorio nacional. Se rehará, madurará la Selección nacional ¡Que roja ni qué niño muerto! Volverá la Liga y se llevará las últimas maldiciones.

Y ni los penaltis tirados, para más inri, por marroquíes, el día de la Constitución, ni la última treta de Sánchez, la rebaja de la malversación para contentar a sus sostenedores y malversadores de la patria, podrán deconstituirnos.

La (ley) que nos constituye

 

     La Constitución española de 1978: la (ley suprema) que nos constituye como sociedad viva y democrática.

La que nos dice lo que somos como sociedad, lo que queremos ser y cómo queremos serlo, ciudadanos con derechos y deberes.

 El eje de nuestro Estado democrático de Derecho, Estado liberal y social a un tiempo, marco organizativo y protector de nuestra Nación.

Sin la raíz ST de nuestro Est-ado, de nuestra Const-itución, no est-aríamos, no est-aríamos de pie, no seríamos est-ables, no tendriamos consi-stencia, no estaríamos con-stituidos.

Por eso los que no quieren  nuestra consistencia, luchan contra nuestra Constitución, quieren debilitarla, fragmentarla, desprestigiarla, de-stituirla, su-stituirla  o de-struírla.

¡Larga vida a la Constitución que nos constituye!