Bernat Metge (Barcelona, c. 1350 – Barcelona, 1413) fue secretario de los reyes Juan I de Aragón y de Martín I. Traductor de Boccaccio, fue un excelente prosista en catalán. Buen poeta también, escribió el célebre Sermón en silvas, bajo el lema general: Seguesca el temps que viure vol, / si no, poria´s trobar sol / e menys d´argent (Siga el tiempo quien vivir quisiere; / si no, podría hallarse solo / y sin dinero). No parece que las leyes del tiempo (siglo) que vivió el poeta catalán fueran muy diferentes de las del tiempo que vivimos hoy, a la hora de dar la vuelta a eso que llamamos ética universal, y más todavía, si se apellida cristiana. Podríamos llamarlo el sermón del cínico, dándole a esta respetable palabra la acepción peyorativa que tiene entre el vulgo.
He aqui el comienzo del poema de Metge: no dar limosna, no confesarse, no oír misa en ayunas, no beber poco. Si alguien quiere alcanzar un buen puesto, que adule. Nadie tendrá gran valor, si no roba, y, si quiere más, que no tenga conciencia. El poeta anima seguidamente a dejar trabajos e inquietudes y a volver la espalda a todo aquel que sea leal; a evitar la compañía de gente pobre, gente sin provecho, si no da dinero u ofrece fianza, Si el cor havets plen de falsia, / serets del temps (Si el corazón tenéis lleno de falsedad, / seréis de este tiempo). No hay que ayunar jamás, si no es durmiendo, y nunca podría alguien llegar a ser un prohombre, si no es sordo. No hay que tener por amigo a quien nos ame, y ni siquiera hay que socorrerle, aunque se muera de hambre. Si queremos ser mal recompensados, digamos verdades. Por otra parte, todos los ausentes son olvidados, como si estuvieran muertos, y, si cometemos injurias e injusticias, alcanzaremos gran estado y buena fama… En cuanto a la relación con la mujer, que ocupa muchos versos del poema, Bernat Metge alcanza en su Sermón el grado supremo de la misioginia y de la foboginia: La mujer no vale un higo / si no es lozana / y si no va por la villa / ciertos días de la semana. El poeta anima a los varones a liarse con las viudas que hayan robado a sus maridos y puedan elevar al amante al estado de caballero o ricohombre. Es necio quien no pone precio a la mujer y trae ganancias dejarle que se deleite en nombre de Dios, a menos que quiera tener (el marido o amante) una vida breve. Si alguien no está satisfecho con su mujer, que la mande al demonio y rompa el matrimonio de inmediato. Pero, si alguien quiere conseguir el amor de las mujeres, que las difame, y harán ellas entonces cuanto él quiera alegremente. Ahora bien, si quiere tomar mujer y está probada (encetada), no la desprecie, pues así vale más (car més ne val). El final del sermón es digno de su conjunto: La confesión general / ya la sabéis: / Del bien que hayáis hecho en el mundo / arrepentíos; / conservad las malas voluntades / mientras viváis; / y, sobre todo, soportad / a los hombres ricos / y a aquellos que fingen ser vuestros amigos / mientras os necesitan.