Callejeando por Barbastro, ciudad episcopal -la de la primera Cruzada hispana- muy irregular, con la histórica catedral en obras y muy necesitada toda de un buen repaso urbanístico, me doy cuenta de que existe la Caja Inmaculada. Y lo mismo que sucedió con el Banco del Espíritu Santo, que es ahora el Banco Espíritu Santo, sucede con el Banco de la Inmaculada: por prescindir de la Inmaculada, dentro de la progresiva secularización de la onomástica, se ha quedado en Caja Inmaculada. Lo que para una Caja de Ahorros y de negocios no está nada mal. Habrá alguien a quien le parecerá incluso demasiado.