Y luego no perdonaba ese susto que le había dado Dios y cada semana se metía en nuestro «Adelante» con la Biblia, para proporcionar a esa razón que le había libertado la carnaza de aquellos absurdos que había admitido antes al pìe de la letra y en la que Dios, tomando las cosas textualmente, como quieren los dogmáticos, resultaba pequeño, tan ruin a veces y tan parecido siempre como un oriental caprichoso, despótico y vengativo. Lo escribe el escritor eibarrés Toribio Echevarria, que fue armero, empleado municipal, cofundador y gerente de la Cooperativa Alfa de máquinas de coser, en su libro Viaje por el país de los recuerdos (1968). Echevarría fue un joven discípulo de Tomás Meabe en la Casa del Pueblo de Eibar, la primera en el País Vasco. Director éste último (desde 1906) del semanario ¡Adelante!, tan anticlerical como La lucha de clases que dirigió en Bilbao dos y tres años antes, sus discípulos aprendieron de él, así como del médico José Madinabeitia, seductor y amigo íntimo de Tomás -ambos masones al menos en 1903 y 1904-, el anticlericalismo-antieclesialismo más crudo, cuando no el ateísmo, en forma también de carnaza, como se atreve a decir, con cierta valentía, Toribio Echevarría, hombre de talante metafísico y religioso. Aqui aparece de nuevo esa, mil veces ponderada, errónea y absurda figura de un Dios nada cristiano, verdadera fuente de ateísmo. Ese Dios -penetrante observación la de Toribio, autor de un libro sobre la vida pública de Jesús de Nazaret-, tomado a la letra en la Biblia, como quieren los dogmáticos, y con el que que tantos dogmáticos ignorantes y fanáticos no han hecho más que desfigurar y envilecer al Dios verdadero.