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Falso progresismo

Cambiar el mundo, sin cambiarse uno mismo, es la cómoda y machacona consigna del falso progresismo. Es sólo cambiar el mundo a medida de cada uno.

Los imputados

Escribí, el otro día, con cierto humor, en mis apuntes sobre aforismos y afines, esta bravata: Y como estoy im-putado / sigo como di-putado. Quería reflejar la realidad de la reacción de la mayoría de los políticos españoles que no están de acuerdo en que la mera imputación de un juez, de alcance incierto, arruine su vida política. Bien. Habría que buscar un punto intermedio: que toda persona pública imputada, no sólo política, abandonara provisionalmente su cargo o su responsabilidad públicos hasta la sentencia del juicio posterior. No puede arruinar la vida una falsa o escasa imputación, que muchas veces termina en nada. Pero tampoco se puede ser ministro, presidente de Comunidad, diputada, alcalde, o directora de una  televisión, con una imputación -una sombra, una sospecha, un dedo acusador…- sobre sus espaldas. En lo que todos los partidos deberían ponerse de acuerdo, de una vez.

Martes de Pascua

                     Luc 24. 11

A las santas mujeres, que fueron antes que nadie al sepulcro de Jesús, los Doce no les creyeron. Después de 20 siglos, a sus sucesoras los Dos mil no les entendieron. Y durante ese largo período de tiempo, los Doce, los Doscientos, los Dos mil ilustres varones apostólicos, salvo contadas excepciones, se des-entendieron (de ellas).

Lunes de Pascua

Si Jesús resucitó,

de la muerte nos salvó.

 

Mas si le venció la muerte,

desdichada es nuestra suerte.

 

Y bien vana es nuestra fe,

si Jesús vencido fue.

 

Pero vivo le encontraron

los que muerto le lloraron.

 

Y con su fe consiguieron

lo que antes ni previeron.

 

Hasta dar su entera vida

por proclamar su venida.

 

Dios no dejó que su Ungido

fuera por siempre vencido.

 

Si Dios no es justo, no es Dios,

y entonces, una de de dos:

 

O todo tiene sentido.

O todo es un sinsentido.

 

Sábado Santo: el Silencio

 

Tras la muerte

del Maestro,

Sábado Santo

es Silencio.

El silencio es el lenguaje

del misterio

y se espesa en turbaciones

de culpa, dolor y miedo.

Las promesas no se ven

ni tienen voz los deseos.

El silencio de la muerte

es inapelable y terco.

Los teólogos lo llaman

el «descenso a los infiernos»,

mientras el pueblo organiza

la procesión… del Silencio.

Viernes Santo: la Pasión

 

Ya vengo, Jesús llagado,

a contemplar fervoroso

los pasos que, doloroso,

diste con la cruz cargado….

 

Era la primera estrofa

de un popular viacrucis

que rezábamos, de pie y de rodillas,

los chicos de mi pueblo,

recorriendo la inmensa iglesia parroquial.

Recuerdo todavía como algo muy vivo

aquel sincero dolor de niño pobre,

aquella ingenua y pura compasión

hacia un ser sublime,

injustamente ajusticiado.

 

Vinieron después las lenguas clásicas,

las filosofías y las teologías,

la inmensa historia de la pintura

del drama sacro,

Palestrina  y Vitoria,

Haydn y Bach, Messiaen o Remacha.

Encontré en El Cristo de Velázquez, de Unamuno,

el canto más apasionado

al Cristo de la cruz,

que me anega en lágrimas,

y en el biblista americano Raymond E. Brown

la más completa exégesis

de los cuatro relatos evangélicos.

 

Pero nunca he llegado a la cándida hondura

de aquel sincero dolor de niño pobre,

de aquella ingenua y pura compasión

hacia un ser sublime

injustamente ajusticiado.

Jueves Santo: el Pan y el Vino


Es pan.

Y sabe y huele

a pan.

Y el vino sabe y huele

a vino, sin más.

Asi lo quiso Jesús

en la última cena pascual.

Dejémonos de substancias

y de toda una química ancestral.

Esto es mi cuerpo

y esto era pan.

Este es el cáliz de mi sangre

y era el vino del lugar.

Eran el pan y el vino de los pobres,

alimento elemental,

que nutría, confortaba

y unía al personal.

Signo a la vez y alimento

espiritual.

Y  ahora la acción de gracias

principal

por su vida y por su muerte,

por su victoria total,

y por querer

seguir entre nosotros

en el  vino y el pan,

partidos y  repartidos,

como él se partía y repartía

en su vida mortal,

para alegrar

la vida

de la comunidad.

Jesús era más bueno

que el pan.

Generoso

como el vino de lagar.

Pan y vino, sus palabras

de vida y de verdad;

pan y vino, sus obras admirables

hasta el final.

 

Y quien esto no entienda

no entiende

la telogía fundamental.

 

La traición de Judas

La infame traición de Judas, uno de los Doce, fueran cuales fuesen los motivos de su atroz felonía, inciertos aún para nosotros, y fuera cual fuese el final de su vida, ocurecida por las leyendas, sigue siendo una nota permanente, no digo fatal, de toda asociación humana, no sólo eclesial o eclesiástica. Una cuña agresiva de maldad. La corrupción moral por excelencia. Un conglomerado de rencor, envidia, odio, venganza, avaricia… Una constante amenaza para toda posesión del bien. Una perturbación poco menos que diabólica en cualquier propósito personal, grupal o colectivo. Uno de los mayores peligros de toda convivencia. La literatura popular es bien concisa: un Judas es de lo peor que a nadie puede decirse.

Católicos en Tierra Santa

 Visitó  el presidente Obama en  la ciudad de Belén  la basílica de la Natividad, como otros muchos cristianos y, como otros muchos cristianos, se fue él también de allí. Todos los grandes del mundo– escribía hace poco el emérito patriarca católico latino Migel Sabbah- vienen a visitarnos. Llegan y se marchan, y nuestra realidad no cambia. Desde el año 1993 -añadía- los cristianos y musulmanes de los Territorios palestinos deben obtener permisos militares para rezar. Aquí, para orar, no se puede ir directamente a Dios; se debe pasar primero por los militares, para pedir permiso. Por eso, y por mucho más, la Comisión Justicia y Paz de la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa, con ocasión de la visita de Obama, escribió una carta al presidente, fechada en el año 46 bajo la ocupación israelí, en la que mencionaban las principales y públicas violaciones del derecho internaccional por parte de las autoridades de Israel: expansión de los asentamientos ilegales de colonos; restricción del acceso a los lugares santos para cristianos y musulmanes; expropiación de tierras de palestinos para la expansión de las colonias; construcción de muros de separación… Pero también las políticas ocultas de discriminación, que sufren los ciudadanos árabes de Israel: largos procesos para obtener la reunificación familiar, dificultad para inscribir a los niños y para encontrar vivienda y trabajo… La desaparición de las comunidades cristianas en el área tendrá, según la Comisión, consecuencias catastróficas, sobre todo por el crecimiento de los fundamentalistas de ambos lados. El respeto del derecho internacional y el final de todas las políticas ilegales, según la citada Comisión, sería la mejor manera de preservar y proteger la presencia cristiana en Tierra Santa.