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Por el Valle de Lana (I)

 

 

         Ha salido un día nublado, tras varios días de anunciarnos las anheladas aguas de mayo, pero la temperatura es primaveral. Y es agradable el sol, cuando se impone.

Hace ya muchos años que describí el valle y Valle de Lana, el más pequeño de Navarra, con todos sus pueblos. Al socaire de la sierra de Lokiz, es el valle más recogido, recóndito e íntimo de nuestra geografía, muy parecido al de Berrueza, pero con un circo de rocas desnudas y gigantes –Monte Santo– que lo hacen único. Los trigales todavía están verdes y reina un silencio telúrico, confortante y protector.

Siguiendo al largo río Galbarra, afluente del Ega, y por el congosto más largo de Navarra, nos damos de bruces con el castro de la Edad del Hierro, llamado Galtzarra, sobre el espolón rocoso de la montaña, alta de 681 metros, puesto privilegiado de vigía sobre el desfiladero y entrada sur al valle. Según Javier Armendáriz, que lo encontró y estudió, quedan restos de la muralla que protege el flanco norte, de piedras calizas colocadas en hueso y calzadas con ripios, con su correspondiente foso. En su extenso posible espacio, hoy bosque cerrado de encinas, encontró vasijas manufacturadas y celtibéricas a torno, canas de piedra y molinos barquiformes, utensilios que se repiten en todos los castros del entorno. Aquí se añaden conchas de almejas de agua dulce.

Hay un grupo de mujeres, tal vez de excursión, en el centro de Galbarra, capital administrativa del Valle, con muchos tiestos de flores delante de las casas y troncos de árboles pintados.

A menos de un kilómetro del castro anterior, y, al otro lado del congosto, en la llamada Peña de El Salvador, se repite otro castro, algo más alto, de espacio mucho más reducido, del mismo tiempo y de similar factura, sobre el abrupto farallón que da al valle, tan poco accesible y visible como el Galtzarra. El nombre le viene de la ermita de San Salvador, ya existente a mediados del siglo XIII, y extinguida por orden del obispo Igual de Soria en 1801.

Al salir del circo natural de Lana, por el corredor noroccidental que drena el arroyo Berrabia, para subir a la Peña de la Gallina, pasamos al pie de San  Cristóbal, nombre de una antigua ermita, extinguida por el mismo obispo y  la misma fecha. En la cima, ahora piramidal y de 843 metros de altitud, existió, según nuestro investigador guía, ya en tiempo del Bronce Final, una torre de control  y de señales, que unía en visibilidad los dos castros descritos con los otros dos que vamos a describir. Fue por eso muy escasa la cultura material que allí se encontró.

Bajando por la carretera que nos lleva a Zúñiga, agradecemos una pequeña señal, a nuestra izquierda, que nos indica un castro a ochocientos metros. Sin ella nos hubiera sido mucho más difícil encontrarlo.

El salvoconducto del progresismo

 

                             Publico en DN una carta al director recordando nuestra fundación del PSN-PSOE en junio de 1982 y reafirmo mi voluntad de que en nada contribuya al envilecimiento, degradación y desnaturalización de la la política navarra, de Navarra misma.

Antes de enviarla al periódico, alguien que la leyó y tiene autoridad probada me animó a encabezar un grupo de firmas que suscribieran el texto como un manifiesto público y preelectoral frente a la actitud y a la actuación del actual partido navarro, que ha asumido plenamente el desvarío del partido nacional. No me atreví, no porque me disgustara el compartirlo, sino porque dudaba de que un número suficiente de militantes o ex militantes se atreviera a tan heroico menester. Sabiendo muy bien que muchos de aquellos fundadores, dentro o fuera ya del partido, no comulgan con la política socialista -sanchista- actual, sé también cuán arduo les resulta a muchos manifestar su opinión y, mucho más, hacerla púbica. La presión del progresismo, trufado de nacionalismo vasco, especialmente hegemónico tras la ocupación por ETA-HB de casi todos los espacios públicos, ha hecho posible, cuando no forzoso, el silencio de los corderos y el adormecimiento de los leones.

Cuando ayer, en el mismo DN, la presidente del Gobierno, la socialista María Chivite, defendía sin rubor, y sin un ápice de autocrítica, toda su política, imitando en todo al presidente Sánchez y secretario general del partido, el único criterio utilizado era el carácter o mito progresista de su actuación, atribuido a sí misma por ella misma, entendido como la lógica suma de votos de izquierda -otro mitologema- para permanecer en el gobiernito tenemos del amigo Sancho Panza. De ahí que su preferencia actual e indestructible sea un nacionalismo vasco entre confederalista e independentista, y un batiburrillo podemita-comunistoide, igualmente autodeterminista. ambos lejanos del constitucionalismo español como del fuerismo navarro  y del unionismo europeo, más o mucho más extraños que VOX. Por lo que nadie puede extrañarse de que no haga tampoco ascos a cualquier coqueteo, colaboración y hasta sumisión respecto a Bildu, desde la misma elección, cuando la ocasión lo requiera, como ha ocurrido en toda la pasada legislatura, queriendo ocultar siempre lo que hay en ello de blanqueamiento, promoción y regalo -no hay votos sin prendas- de toda la herencia de ETA.

Solo falta esperar, sin desmayar el contante trabajo de cada día, el retorno de los dormidos,  de los semidespiertos, de los cansados, de los indiferentes, de los engañados sin intereses… Y volver, pero ya al estilo del siglo XXI, al entusiasmo de los que fundamos el PSN-PSOE en aquel junio de 1982.

Compra de votos, secuestro…

 

                    ¿Volvemos a los fraudes cometidos en las elecciones del Frente Popular, en febrero de 1936? ¿O, incluso, a los tiempos, ya proverbiales, de Romero Robledo, cuando era ministro de la Gobernación., en los primeros años de la Restauración?

El telediario que acabo oír esta noche en tres cadenas, para asegurarme bien, me obliga a hacerme esas preguntas. Además de los casos de compra de votos en Melilla, Albudeite, Mojácar… parece que se vislumbran varios más en varias provincias. A todo lo cual se añade la acusación judicial formal de un secuestro contra el tercer hombre del PSOE andaluz, así como la retirada por la Junta Electoral de una candidata  de Bildu en Guipúzcoa, por no haber cumplido aún los años de inhabilitación (Descuido de la Fiscalía General del Estado, que dio por jurídicamente bueno todo el catálogo de candidatos bildutarras).

¿Qué garantías cívicas y éticas se exige, desde hace mucho tiempo, a los nuevos inscritos -no digo militantes- de los partidos políticos en España? Ninguna. Basta una firma de otro inscrito, que puede ser tan pillo como él.

¿Qué han hecho los partidos, especialmente el PSOE y el PP, los dos partidos del gobierno durante los últimos años, para corregir la ley electoral y  evitar la vieja corruptela de la compra de votos, cuando, como en el caso de Melilla, era un secreto a voces, un delito a la luz del día?  ¿O les iba bien a los dos?

Vicio, con Vinicio o sin Vinicio

 

                  El vicio, el sucio vicio de insultar, de denostar, de despreciar, de apabullar al otro, considerado y tenido por inferior, por extraño, por ajeno, por odioso, por enemigo, es un viejo vicio, muy anterior a la existencia, a la llegada y a la actuación del futbolista brasileño Vinicio.

Cuando pinta la ocasión de hacerlo anónimamente, cobardemente, sin dar la cara y sin responsabilidad alguna, los casos se multiplican hasta el infinito. Tal ocurre en los campos de fútbol o en cualquier espacio multitudinario. ¡Qué no habrán vomitado, con música y sin música, antes, durante y después de muchos partidos, y no solo desde las filas de los Ultra Sur e Indar Gorri, muchas gargantas, no sólo nutridas por el alcohol y la droga, contra los deportistas del equipo contrario, contra sus directivos, contra los árbitros, contra las autoridades locales y nacionales, contra símbolos políticos o religiosos…

¡Y nunca pasaba nada!

Aun ahora, algunos moralistas del dos al cuarto hasta nos distinguen entre insultos standar -¡los admitidos por todos!- y los genuinamente racistas: negro, mono..., para justificar  lo injustificable.

Ojalá que desde lo ocurrido en Valencia con el brasileño, seamos también intolerantes con lo intolerable y los intolerables, y comencemos a suspender partidos, a expulsar de los estadios a los energúmenos, a restar puntos a los falsos tolerantes…

Los insultos, las pullas, los improperios, los vituperios, las injurias, los dicterios, las invectivas… no son sino especies, mayores o menores, del desprecio, del odio, del homicidio, del crimen. Y, desde el mero punto de vista cívico, de la falta de civilización.

!Y estamos acostumbrados a que nunca pase nada!

Saber a quién votar

 

                   Ayer, mi artículo en DN, titulado Saber a quién votar, mereció cuatro  comentarios. Uno, muy breve, no venía a cuento. Otro estaba de acuerdo con lo que escribí. Un tercero distinguía bien entre voto en blanco y la abstención; incluía el blanco en el sistema electoral y reconocía que la abstención es muy otra cosa, con lo que venía a coincidir conmigo.

Y el cuarto, cosa de perro viejo, repetía el falso  y viejo latiguillo de que había sido yo el muñidor de la entrega del Gobierno de Navarra a UPN, lista más votada, en 1995, y que ahora venía propugnando el voto en blanco. ¡Poco sabe de política, y menos de política en el PSOE, quien piense que un militante cualquiera de provincias pueda ni siquiera muñir la decisión de la ejecutiva nacional! La decisión, tras el escándalo de la cuenta de Otano en Suiza, la tomó la dirección del PSOE, que hizo suya, por unanimidad, la Gestora en Pamplona, entonces presidida por Alberto Pérez Cavo. Testigos de ello pueden ser los hoy puntales del Gobierno social-podemita.-nacionalista vasco, Inma Jurío y Javier Remírez Apesteguía, miembros de aquella Gestora.

Además, propugno el voto en blanco de por sí, como voto de protesta o  de último remedio, especialmente frente a la abstención, escandalosa hoy en Navarra, mayormente en los municipios.

Y defiendo ante todo el voto democrático, libre y consciente. Y consecuente.

«… sólo con sangre se gana»

 

                             Termino de leer la novela Purgatorio, de Jon de Sistiaga. El final es macabro, con los  tres etarras o ex etarras muertos entre sí, y la policía haciendo otra de las suyas, añadiendo muerte a la falta de arrepentimiento. Un final que desagradará a muchos y no se lo perdonarán al novelista.

Pelillos a la mar. En la Nota del autor, al final del libro, hay una referencia a la desolación, la indefensión, la tristeza infinita de las víctimas. Su incomprensión del mundo, su dolor, su desesperación, en fin, su duelo.

-Y hay algo más, que también se repite constantemente, en Euskadi, en Gaza, en las selvas de Colombia, en Irlanda del Norte, en Irak o en Afganistán, en Ruanda o en Somalia: unos pocos, unos cuantos «elegidos», profetas del odio, profesionales de la manipulación, curiosamente siempre profesores, escritores, filósofos o periodistas, convencen a otros muchos de la necesidad de hacer sacrificios humanos por la Causa. De la necesidad de matar a otros por ella o que ellos mismos mueran. Esa idea terrible de que solo con sangre se gana. Siempre es igual…

Domingo VII de Pascua

 

Conclusión del Evangelio de Mateo

( Mt 28, 16-20)

 

Los once discípulos volvieron a Galilea,
al monte que Jesús les había predicho.
Algunos de ellos le adoraron
y algunos llegaron a dudar.
Mateo no habla de ascensión a los cielos,
y calla sobre el Espíritu.

Jesús resucitado
ejerce la soberanía universal de Dios:
Me ha sido dado todo el poder
en el cielo y en la tierra.
Y encarga a sus discípulos
hacer discípulos
como misión fundamental.
Como él,
habrán de llevar una vida marginal y altruista:
Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes…

El bautismo ha sustituido a la circuncisión.
El mandato misionero incluye el bautismo:
bautizándolos en en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo,
(En el nombre significa compañía, pertenencia y protección)
y enseñándoles a guardar
todo lo que yo os he enseñado.

No es una despedida.
Jesús resucitado promete su presencia,
activa, constante y salvadora,
entre todos sus futuros misioneros:
Y he aquí que estoy con vosotros,
todos los días,
hasta el fin del mundo.

El Dios de Eric-Emmanuel Schmitt

 

                                 Escritor, dramaturgo y director de cine, nacido en Alsacia y  de nacionalidad belga, es más conocido como  director de las películas El señor Ibrahim y las flores del Corán (2003) y Cartas a Dios ( 2011). A los 28 años (agosto de 1989), contratado para ser guionista de una película sobre Charles de Foucauld, se extravió una noche en el sur del desierto de Argelia, donde estuvo a punto de morir y donde tuvo lo que él llamó su experiencia de fuego. Al día siguiente, al encontrarse con sus compañeros, una frase invadió todos sus pensamientos: Todo está bien.  Una fe nueva y una paz profunda habitó su ser entero hasta hoy. Dejó entonces su profesión de enseñante y se dedicó a escribir. Una novela autobiográfica, La nuit du feu (la noche del fuego), 2015, recoge aquel acontecimiento. Otra obra de gran éxito es la novela El evangelio según Pilatos, en la que Jesús, tras resucitar, va en busca del prefecto romano.

 

Presencia. ¡Todo está bien! No se puede decir más. Esta energía inquebrantable, indomable, que actúa en el universo, me absorbe. Recibo mensajes de ella. (…) ¿Cómo? ¡Qué difíciles son! No para captarlos, pues se imponen por sí solos, sino para transcribirlos utilizando el lenguaje. Las palabras, estas pobres palabras, no ofrecen una vía a lo que experimento.

 

Así pues, no disponemos de palabras para describir un encuentro con Dios, una experiencia mística, una noche de fuego. Incluso la misma palabra Dios es metafórica. (…) Dios  puede, para algunos, designar a una persona; para otros, una fuerza; para otros todavía puede referirse a un principio. En verdad, es una moneda que ha sido muy utiiizada y de la cual también yo me sirvo, por que no he encontrado otra mejor. Solo trato de dejar la traza de mis dedos sobre ella. Ninguna palabra es adecuada, ya que todas son humanas y remiten a la experiencia humana. Las palabras no contienen el sentido de la trascendencia. Así pues, hablar de Dios o hablar de una experiencia mística solo se puede hacer desde el orden poético.