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John Michell

 

               Ahora me entero yo de que el presbítero anglicano John Michell, filósofo inglés del  siglo XVIII, fue el primero en investigar la existencia de los agujeros negros.  Y no solo eso:  innovó en campos dispares como la geología, la gravitación o la óptica. Fue el descubridor de las ondas sísmicas y explicó los tsunamis.  Fue el primero en medir la densidad del planeta, inventó el imán artificial, descubrió la corteza terrestre, descubrió las estrellas dobles, revolucionó el magnetismo, y estudió, como he dicho, los agujeros negros, conjeturando que se trataba de estrellas oscuras.

Y todo desde su parroquia rural en el Yorkshire, rodeado de aparatos científicos que él mismo construía. Ferviente admirador de la espiritualidad de Newton, para él investigar era rezar, dialogar con Dios. ¡Eran tiempos, en los que ciencia y religiosidad eran parte integral de la vida humana!

Cuando el terremoto de Lisboa en 1755, Michell, en una actitud muy distinta del deísta y burlón Voltaire, descubrió cómo calcular el epicentro  de los seísmos a fin de poder prevenirlos.

A pesar de ser uno de los mayores científicos desconocidos, sigue hoy  siendo para todos un maestro del cultivo del espíritu y de la razón.

La «generosidad» de Pradales y Chivite

 

                        Da toda la impresión de que la carta de propaganda que dicen haber redactado el presidente de la Comunidad Autónoma Vasca y la presidente de la Comunidad Foral de Navarra, ponderando la solidaridad de los dos Gobierno y el respaldo legal del Convenio y del Concierto, tras su encuentro reciente en el Palacio de Navarra, haya partido de una iniciativa del Gobierno de Vitoria. El hecho de vanagloriarse de la continuidad de la tradición histórica foral de ambas Comunidades, sin mencionar la sustancial diferencia entre ellas, o el interés por insistir en el respaldo legal, frente al caso de Cataluña -¡ellos, los nacionalistas vascos, que minusvaloran, y de qué manera, la Constitución y sueñan siempre en el Tratado confederal…- tiene toda la pinta de que la redacción ha venido de la escribanía jurídica euskadiana. 

Sea lo que sea, qué ocasión tan propicia para ambos mandatarios de haber explicado a sus posibles lectores, incluidos vascos y navarros, sobre el mecanismo concreto de esa supuesta y elogiada solidaridad, dándonos alguna cifra concreta y convincente. Por ejemplo, confirmando o no la noticia  dada por Maite Domínguez, que algo sabe de eso, en un libro publicado por el Gobierno navarro en 2019, en el que afirma que las cargas asumidas por Navarra para los fondos de Compensación Interterritorial solamente representan un 0´ 04%, que es lo que está dotado en los Presupuestos del Estado. Cifra que mi amigo el ingeniero y economista Pepe Macaya traduce, para el año 2022, en 3 millones de euros para la Comunidad (de entre 800 millones de Aportación) y de 5 euros para las personas de la misma.

En vez de eso los supuestos redactores de tan sorprendente carta, que se lamentan de  de ser objeto periódicamente de críticas y de utilización partidista, exhiben como mérito el que el índice de imputación del Cupo y de la Aportación sean determinados en función de la renta –¿en función de qué, si no?-, así como que aporten también a la carga financiera de toda la deuda pública emitida por el Estado, o que no reciban financiación extraordinaria en épocas de crisis económica…

Donosa solidaridad.

Las pretensiones de Salvador Illa

 

                  Claro que prefiero a Salvador Illa en la presidencia de la Generalitat de Catalunya, muy por encima de Puigdemont, Torra o Aragonés… ¿Pero a que precio lo tenemos? Al precio que pagar por el acuerdo de PSC-ERC, patrocinado por Sánchez. Con una financiación singular, que ni ellos saben cómo definirla y menos cómo ponerla en práctica; con la la exclusión del castellano de la enseñanza en Cataluña; con la vía abierta a las selecciones catalanas; con más dinero para «embajadas» en el extranjero, etc., etc., de todo  lo cual nadie habla.

Leo el discurso de Illa en la Festa de la Rosa. Una copia, en forma más amable, de lo que hubiera dicho, de haber asistido, Pedro Sánchez. Palabrería: solidaridad con España, defensa de la nación catalana,  bilateralidad con el Estado, la Cataluña que vuelve, defensa de la amnistía y del concierto -sin citarlo-, de los que renegaba, como Sánchez, hace poco tiempo. El discurso de un confederalista, no el de un federalista y, menos, el de una constitucionalista leal. Y ese disparatado paralelismo y hasta sinonismo entre el socialismo y la izquierda en general, cuando entre la izquierda histórica y actual encontramos algunos de los horrores mayores ocurridos en el mundo…

Pretende Salvador Illa, el bon home que es Illa, convencernos del buen acuerdo entre el PSC-ERC, partido este último independentista y en plena crisis, desde el que Sánchez ha querido cambiar la configuración de la España constitucional. Y hasta de la bondad del sanchismo… con los argumentos de Pedro Sánchez, aunque en clave de sol menor. Mala cosa.

XXIV domingo ordinario

 

El escándalo de la apostasía

(Mc 9, 42-50; Mt 18, 5-11; Lc 17, 1-3)

 

Un día, estando con sus discípulos, dijo Jesús a la gente:
El que haga caer a unos de estos pequeños que creen en mí
saldría bien parado si al cuello le colgaran
una piedra de molino de asno
y le arrojaran al mar.

(Los pequeños son aquí los discípulos del Maestro.
Y este elige la imagen de un castigo cruel y deshonroso
prohibido en Israel,
para ponderar el delito que supone)

Y sigue diciendo Jesús, con un duro lenguaje,
como pocas veces en su vida,
que, si la mano, el pie o el ojo son un día
ocasión de ese pecado infame,
que es la apostasía,

mayor que todos los pecados,
mejor es, sin duda, cortarlos
y entrar mancos, cojos o tuertos en el  Reino de Dios
que con dos manos, dos pies, o dos ojos
ser arrojados al seol,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga,
según el profeta Isaías, 66, 24.

 

 

 

 

La curación del sordo tartamudo

 

(Mc 7, 31-37)

 

Volvió Jesús de la región de Tiro y Sidón
al mar de Galilea, atravesando la Decápolis.
Seguramente Marcos cuenta aquí, con un lenguaje nuevo,
una tradición que heredó de su propia iglesia.
Llevaron al Maestro un sordo tartamudo,
pidiéndole que impusiera sus manos sobre él.
jesús entonces, 
levantando los ojos hacia el cielo,
dio un fuerte gemido,
y poniendo un poco de saliva en la lengua del enfermo,
dijo en su arameo natal:
¡Effatá!, que quiere decir: ¡ábrete!
(Son gestos inusuales en las curaciones de Jesús,
entre las que se cuenta que los sordos oyen,
al decir de Mateo 11, 5).

 

Se le abrieron los oídos al sordo
y se le soltó la atadura de la lengua.
A pesar de que el Maestro les dijera que no lo publicasen,
todos proclamaban el prodigio,
y decían lo que luego devino en proverbio popular:
-Todo lo hizo bien.
Hizo oír a los sordos y hablar a los mudos.

***

¿Quién es Jesús?

 

(Mc 8, 27-35;14, 62; Mt 16, 13-20; Lc 9,, 18-21; Jn 6, 67-71)

 

En el salmo 17 de los Salmos de Salomón
se invoca a un enviado de Dios,

denominado Mesías (Ungido por Él),
el verdadero Hijo de David, elegido del Señor,
que reunirá todo Israel en una nación santa.
Será juez de todas las tribus
y exterminará a todos los enemigos y pecadores con su palabra.
Bienaventurados serán los que vivan ese día
y vean la felicidad del nuevo Israel, creado por Dios.

Jesús, en su vida pública, nunca se llamó Mesías.
Sonaba en aquel tiempo demasiado a violencia y venganza,
a revuelta y rebelión contra Roma, la potencia dominante.

Saliendo un día Jesús con sus discípulos
hacia Cesarea de Filipo, según Marcos,
preguntó a los suyos quién decía la gente que era él.
No es nada de extrañar que, algún día y en algún lugar,
preguntara tal cosa el Maestro a sus discípulos.
 Y que algunos le dijeran que Juan el Bautista,
o Elías, Jeremías, o alguno de los profetas.
Y que, al pedirles después su propia opinión,
el vehemente Pedro se adelantara y le dijera
Tú eres el Mesías
O
El Mesías de Dios.
O algo parecido, procedente de los salmos de David y Salomón

y de la rica tradición judía. 
Tampoco es de extrañar que el Maestro
expusiera sus propias reservas
y les mandara medir palabra tan polémica. 

***

 

 

 

 

¿Quién es el mayor?

 

 

(Los hijos del Zebedeo)

(Gal 2, 9; Mc 1, 19-20; 3, 17; 10, 35-44; Mt 20, 20-28; Lc 22, 24-27)

 

Un buen día,
Jesús llamó para que le siguieran
a los hermanos Santiago y Juan, hijos del Zebedeo,
que trabajaban en la barca de su padre.
Entonces o después, les puso el sobrenombre de Bonaerges,
«Hijos del trueno»,

expresando quizás una promesa
o una tarea futura especial.
Santiago fue el primer apóstol mártir,
por mandato del rey Agripa I,
el año 44 de nuestra era,
y  Juan compañero fiel de Pedro
en la iglesia-madre de Jerusalén.
A Pedro, Juan y Santiago, hermano de Jesús,
Pablo los llamó columnas de esa comunidad.

 

Otro día, cuando Jesús prometió a los Doce
sentarse en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel,

los hijos del Zebedeo le pidieron
sentarse en la gloria, uno a su derecha y otro a su izquierda.
No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo he de beber,
bautizaros en el bautismo, en que me voy a sumergir?
Como ellos le dijeran que podían, 

Jesús marcó los límites de su poder y su misión:
Sentarse a mi derecha o a mi izquierda
no es cosa que me toque concederlo.

 

Se indignaron los otros diez discípulos
por la ambición desmedida de sus dos compañeros,
y Jesús aprovechó la ocasión
de diseñar la sociedad alternativa
a la que imaginaban los hijos del Zebedeo
en un hipotético gobierno del Maestro.
La contrapone a la que rigen los déspotas,
que se tienen por gobernantes y se hacen llamar bienhechores,
sometida a su dominio:
Pero entre vosotros no debe ser así:
el que quiere llegar a ser grande 
será vuestro servidor,
y el que quiera ser el primero
será esclavo de todos.
Que tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido,
sino a servir
y a dar su vida como rescate por muchos.

 

La misión de los Doce

 

 

(Mc 6, 6-13; Mt 1, 9-14; Lc 9, 1-6, 10-11)

 

Cuando Jesús recorría los pueblos de Galilea,
cercanos a su pueblo natal,
envió, de dos en dos, 
a sus doce discípulos, acaso más de una vez,
a predicar el Reino de Dios,
dándoles poder de expulsar espíritus inmundos
y de curar enfermedades.

 

Jesús, el profeta de los últimos tiempos,
enviado por Dios, al modo de Elías,
al reunir doce de sus primeros discípulos,
puso en acción, a la vista de todos, 
la reunión final de las doce tribus,
descendientes de los doce patriarcas, hijos de Jacob,
llamado Israel.
No hay un reino de Dios sin un Israel completo.

 

Jesús prohíbe a los Doce llevar en sus viajes
-símbolo profético de su propia misión-
dinero y provisiones: ni pan ni alforjas,
solo sandalias y un bastón, según Marcos
-como en la la fiesta de Pascua-,
y solo una túnica.
Todo debía depender de Dios
y de la hospitalidad de las personas que los acogieran.
A ellas debían llevar la paz de su mensaje,
y, si en algún lugar, rechazasen su oferta,
sacudirían el polvo de sus pies sobre el lugar,
nuevo símbolo profético del rechazo del Reino.

*

Al volver de la misión, contaron los Doce a Jesús
lo que habían hecho en su nombre:
predicaron la conversión a Dios,
expulsaron los demonios
y ungieron con aceite a los enfermos que curaban.
Por descansar un poco, 
Jesús embarcó con ellos hacia un lugar solitario.
Per, al llegar allá,
mucha gente, como siempre, los estaba esperando.
Viéndolos allí apiñados, como ovejas sin pastor,
el Maestro se puso a enseñarles muchas cosas.

 

 

 

 

La resurrección de la hija de Jairo

 

                        (Mc 5, 21-43; Mt  9, 18-26; Lc 8, 40-56)

 

Debió de ser un relato primitivo, 
anterior a una colección pre-marcana,
lleno de semitismos,
señal de estar escrito en arameo.
Está Jesús a las orillas del mar de Tiberíades.
Uno de los jefes de la Sinagoga,
llamado Jairo,
cayendo a sus pies,
le pide que vaya a su casa
a imponer las manos sobre su hija, a punto de morir,
a fin de que se salve y viva.
Y en esto que llegan de su casa mensajeros
diciendo que su hija ha fallecido,
y entonces… ¿a qué molestar al Maestro?
Jesús le dice al padre:
No temas; solamente ten fe.
Y junto a Pedro, Santiago y Juan
van con él a la casa, donde todo son llantos y alaridos.
Entra y dice a la gente:
¿Por qué alborotáis y lloráis?
La niña no murió: está dormida.
(Jesús quiere hacer de la muerte
algo transitorio como el sueño).
Se burlan todos de él, pero entonces,
en presencia del padre, la madre y los suyos,
y dejando fuera a los demás,
toma la mano de la niña muerta y le dice:
Talithá kum
(Niña, a ti te digo: levántate),

Y la niña, doce años cumplidos,
se levanta 
y echa a andar.

 

 

La tempestad calmada

 

 (Antes de reanudar el Cuaderno de bitácora, voy a incluir aquí, cada tres días, los poemas bíblicos que he ido escribiendo este verano  en algunos domingos ordinarios, serie que llamaré Sobre el Jesús histórico).

La tempestad calmada

(Mc 5, 35-41; Mt 8, 23-29; Lc 8, 22-25)

 

El relato, tal vez premarcano,
que Marcos reescribe en su estilo y lenguaje
peculiar de evangelista,
habla de una tempestad que azota el mar,
con olas que se estrellan contra una barca frágil,
donde Jesús había hablado en parábolas a la gente,
y que están a punto de anegarla.
Jesús, cansado, duerme en la popa,
sobre el cabezal.

Le despiertan los discípulos:
Maestro, ¿no te importa que nos ahoguemos?
Y, habiéndose despertado,

increpó al viento y dijo al mar:
-Calla, enmudece
(como dijo al demonio en el primer exorcismo).

Y el viento se calmó y sobrevino
una gran bonanza.
Y a sus discípulos:
-¿Por qué tenéis miedo? ¿aún no tenéis fe?
Y con el lógico temor reverencial,

aquellos decían entre sÍ:
-¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

*

El relato del prodigio,
similar a otros varios en la Iglesia primitiva,
combina el papel de Jonás,
profeta desobediente a Yahvé,
arrojado de una barca a un mar enfurecido,
con el de un genuino profeta de Dios,
dominador de todos los elementos,
en la sola persona de Jesús,
que salva a todos aquellas que navegan en los mares,
como canta el salmo 107,
y a cuya imperiosa imprecación,
las aguas se retiran,
al decir del salmo 104.