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¿Fango y trumpismo?

 

               No sé si el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, llama fango al acusar no veladamente al juez Juan Carlos Peinado de prevaricar por razones partidistas.

No sé si llama fango al cometer la vileza de relacionar la causa de su mujer ante el juez con las causas de Ucrania y Palestina.

No sé si llama fango al desnaturalizar el voto de sus simpatizantes, pidiéndoles que lo utilicen en favor de la causa judicial de su mujer.

No sé si llama fango al corromper la justa causa feminista mezclándola con su causa familiar, pudiendo los dos, mujer y marido, haber dado antes explicaciones objetivas sobre las acusaciones fundadas de periodistas bien informados. 

No sé si llama fango al haber hecho posible que toda la prensa internacional traiga entre manos el caso de su mujer, convertida en causa de corrupción, con lo que eso significa para el honor del Gobierno de España, y de España misma. 

¿Más enfangador que nadie? ¿Más trumpista que nadie?

Una novela sobre una de las crisis del PSN

 

                  En una larga conversación con mi amigo Jesús Mauleón en su cuarto de la Residencia del Seminario, donde lleva gallardamente su grave enfermedad, nos sale, entre otros muchos recuerdos, su novela El senador Villanueva, PPC, Madrid, 2000, 238 pp.

En la contraportada del libro leemos que la sustancia de la obra de ficción es la eterna cuestión de si es posible el ejercicio del poder sin mancharse las manos. Y al final del texto-resumen se nos dice que la novela alcanza a tocar, en no pocas ocasiones, el fondo mismo del ser humano.

Sin duda. Le digo a Jesús que me parece extraño que ningún crítico literario, ni crítico social o político se haya interesado por este texto madrugador, -y, que yo sepa, único-, que lleva a la literatura de ficción, pero siempre con fundamento en la realidad, un grave acontecimiento en la breve historia del socialismo navarro, situado en los años noventa, que conmocionó la vida política navarra y, parcialmente, la nacional.

Soy el menos indicado para ir mucho más lejos. Pero, al menos, voy a intentar, levantando la liebre en algún medio público, que otros con mayor libertad y distanciamiento de aquellos hechos que yo y  que otros que los  vivimos de cerca, se animen a ponderar la intrepidez inmediata del novelista, su certero conocimiento del fondo de la cuestión, y un tratamiento  justo y a la vez humorado de la pequeña historia.

Hoy, 5 de junio, aniversario de la fundación del PSN-PSOE, en 1982.

En torno al embalse de Mairaga

 

                       Último día de mayo. Todavía con una primavera verdosa y voluminosa, ubérrima, por las lluvias de marzo, recorremos parte de la Valdorba, Valle de Orba, Valle de valles y denominación de las cuatro antiguas Cendeas, viendo, al pasar, siempre bajo la vigilancia de la ceñuda Peña de Unzué, los lugares de Oricin, Olóriz, Solchaga, Mendivil, Barasoain, Garinoain, los caseríos de Lepuzain y Eristain, y las emitas góticas de Arrazubi y San Pedro de Echano.

Nos quedamos esta vez, sin buscar castros ni escalar alturas, en Mairaga, que trae su nombre de la regata que nace en las profundidades de la Sierra de Alaiz, compañera de las que se llaman Oricin y Leoz y desembocan en el Cidacos, que las recoge con sumo gusto camino imparable del Aragón. Tal vez el nombre original le viene de  mahi, hilera de hierba de siega, o de mairan, madera de construcción, pero no perdamos tiempo con estos enigmas.

El embalse, en términos de Olóriz, propiedad del Estado a través de la Confederación Hidrográfica del Ebro, en uso desde 1992, con una aportación de 4 hectómetros cúbicos, altura de 37 metros sobre el cauce y 20 hectáreas de superficie, da de beber a 35 poblaciones de la Mancomunidad de su nombre, al norte de Tafalla, incluida la capital. Está situado entre los términos de El Boyeral e Iturrama al Oeste; La Quemada, al Este; el señorío de Bariain y el Alto Borda de las Vacas al Norte,  y San Andía al Sur. Entre las localidades de Echagüe, Oricin, Olóriz, Solchaga, Artariain, Amunarrizqueta  e Iracheta.

Han cerrado el acceso al vaso, casi lleno ahora, y al camino que lo rodea por la parte oriental, por donde solíamos pasear, y montado una caseta  con el nombre ornamental de la Confederación. No hay un alma dentro del silencio monumental de la tarde.

Tomamos el camino carretil que lleva hasta el misterioso señorío, columbrado a lo lejos, y paseamos a la orilla del que para nosotros esta tarde, es lago y no embalse, lago vallado en toda esta extensión, entre el encinar original a un lado y los pinos de repoblación al otro.

Viene un camión cargado de troncos de pinos. A derecha e izquierda, pero especialmente en el ribazo que llevamos ahora nuestra izquierda, millares de bromos se bambolean al viento de la tarde, con sus tallos glabros, sus inflorescencias en panículas que sostienen las espiguillas casi siempre verdes y a veces rosadas y rojizas. El cielo está azul como en los cuadros de los libros de santos, y la lámina del agua del lago es verde como todo  su entorno, y a ratos azul como ese cielo.

Viene un coche particular y el conductor nos hace una seña de saludo. ¿Vendrá del misterioso señorío? Son dos breves excepciones en este desierto de silencio. Vamos mirando y contemplando las plantas y las flores de un lado y otro del carretil, como si del jardín de nuestra casa se tratara. Las más numerosas son los blancos tréboles de sierra, que en pequeños rodales ocupan la mayor parte del espacio. Los siguen las  fabáceas vulnerarias, de nombre inquietante, porque ni hieren ni están heridas, con sus hojas pinnadas y sus flores rosas en inflorescencias globulares. Muchos menos numerosos son los tersos y aterciopelados linos blancos o linillos. O las siemprevivas de monte, o curry, con adjetivo de italianas, poderosas para la infusión. Y los azul violeta tréboles hediondos, de inflorescencia pedunculada, hermosos si no se huelen.

Llegamos hasta la última curva, por donde pasa un  camión de los cortadores de pinos, cerca de donde parece que se abre el camino hacia el señorío. No veo esta vez ninguna puerta de hierro.

Volvemos con la misma morosidad con la que hemos ido. La tarde se pone tan melancólica, tan intensa, tan grávida, que parece que va a suceder algo inesperado. Algo sublime,  como una aparición. 

Es, como siempre, la belleza de la naturaleza primaveral, palpitante y sonora, que nos da sustos líricos como este.

   

La torre de Urkulu y el Camino alto de Santiago

 

                  El ingeniero Isaac Moreno Gallo, primer especialista en España en construcciones romanas, que nos deslumbró a todos en TVE2, hace unos meses, mostrándonos acueductos y vías romanos en toda Europa, acaba de publicar en You tube una entrevista reveladora con Juan Mari Martínez Txoperena y Rafael Zubiría Mújica, los descubridores de varios miliarios y de la calzada romana que llega desde Fillera hasta el Summus  Pyreneus.

En esa entrevista, con argumentos inapelables, y siempre con el mapa como soporte, nos convence de que el camino romano auténtico desde Roncesvalles a San Juan de Pie de Puerto no es el alto, que pasa por Bentartea y Lepoeder, sino el bajo que va por Valcarlos a San Juan, es decir el Camino Viejo, camino de herradura hasta 1881, cuando se construyó la actual carretera.  Moreno repite que Aymeric Picaud, el autor del Codex Calixtinus, fue el autor de la confusión y del error de haber dado por bueno el camino alto, que nunca fue calzada o vía romana, sino solamente un sendero montano y ganadero. Como en Somport y en el Puerto del Palo.

Ese era el Camino, que el emperador Honorio mandó custodiar el año 408. El que hizo Abderrámán Al-Gafiqi, yendo, el 732, a la batalla de Poitiers. El que siguió Carlomagno el año 778, etc.

En otra visita hecha recientemente a la torre Urkulu, supuestamente torre-trofeo romana hasta ahora, Moreno llega a la conclusión de que se trata de una torre defensiva de comienzos del siglo XVI, conectada con la no lejana del Castillo del Peñón (Chateau Pignon), y construida igualmente por Fernando II de Aragón tras la conquista de Navarra.

 A mí, que hice el camino alto con mi amigo José Luis Molinat desde San Juan y redacté toda una crónica en el periódico sobre nuestra dura marcha, y que escribí otro reportaje sobre la torre-trofeo romana de Urkulu, no me duelen prendas, ni se me caen los anillos, que no llevo, por dar ahora por bueno lo que afirman los que saben mucho más que yo, contento de conocer una nueva verdad, expresión de realidad, y con el propósito de darla a conocer, como  hice un día, con toda mi buena voluntad,  con un extendido error común.

El negocio sanchista de la amnistía

 

                         Esta amnistía no es un perdón. Es una  victoria, ha exclamado y declamado en el Congreso la sonriente Miriam Nogueras, portavoz-delegada de Carlos Puigdemont y su partido.

Y con esto está dicho todo.

Pero podemos añadir que, si esa es su victoria, la de los separatistas, es a la vez nuestra derrota, la de todos los españoles, que se la debemos, por cierto, al presidente Pedro Sánchez, como precio que pagar por los votos de los separatistas catalanes a su investidura.

Para Pedro Sánchez, la vergonzosa y vergonzante amnistía. de la que se avergüenza durante la campaña electoral para el Parlamento Europeo, y que ni la debatió ni la defendió en las Cortes, no ha sido una victoria, ni una derrota. Tan solo un negocio personal y partidista. 

Un negocio, que humilla y desarma al Estado (es decir, a todos los españoles), y que es el fraude constitucional más grave de la Democracia española desde 1978.  

Santo Tomás Moro desde hoy

 

                                 La película de Fred Zinnemann  sobre A Man for all seasons (1966), Thomas More (1478-1535), ayer noche en TV13, versión cinematográfica de la obra teatral de Robert Boll (1960), que ganó todos los premios posibles en su tiempo, nos acercó a uno de los personajes más atractivos y creadores de la historia europea. Al autor de la Utopía, al precursor del socialismo utópico, que acuñó por vez primera la palabra socialismo, Al jurista, filósofo, teólogo, político, escritor, poeta, epigramista, traductor, profesor de leyes, juez y lord canciller de Inglaterra. Al santo y mártír de la Iglesia católica (22 de junio) y y al mártir y santo de la Iglesia de Inglaterra (6 de julio). Y al patrono de políticos y gobernantes, declarado por Juan Pablo II (2000), a petición de numerosos presidentes de Estado y de Gobierno de todo el mundo. Antes que jurar a su amigo íntimo el rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra, separada de Roma, para poder divorciarse de su legítima mujer y tener un hijo de su amante Ana Bolena, a la que decapitó cuatro años después, prefirió perderlo todo, hasta su vida.

Nos acercó a aquel hombre que, según sus contemporáneos, tenía un ingenio de ángel y un conocimiento singular, que no tenía par; de maravillosa alegría y afición, y, a veces, de triste gravedad.

Su figura, representada admirablemente por el actor, tanto teatral como cinematográfico, Paul Scofield, sobresale como el día ante la noche comparado con el rey Enrique VIII, el histérico Robert Shaw; el cruel  Leo Mckern, que hace de Cromwell, o el hinchado canciller Wolsey, encarnado en un voluminoso y enrojecido Orson Welles, todos los los cuales tuvieron poco después una muerte indigna.

Pero Thomas More, visto desde el mundo en que vivimos, donde, desde los Estados Unidos de América, primera potencia mundial, con un candidato a la presidencia –criminal convicto-, que parece la encarnación del Mal, hasta nuestro país, donde la amoralidad ya es una costumbre oficial, y la presión (Wolsey) y la coacción y  el chantaje (Enrique VIII) juegan el papel de la moral, es mucho más que un hombre excelso en el archivo de la historia. Es un modelo eficaz para los políticos de nuestro tiempo. Cuando aquí y allí, todos estos pobres hombres de nuestra política rastrera se acusan unos a otros de traidores, el también condenado por traidor en la Inglaterra del siglo XVI se yergue ante ellos como un gigante de la fidelidad, de la coherencia, de la integridad, de la humanidad, que exigen a veces el sacrificio de muchas cosas, y hasta de la vida.

Es el hombre de fe, de moral, de principios y de fidelidades, que por encima de su cargo, de su vida plena de proyectos, su mujer, sus amigos, sus hijos, y hasta de su vida, no duda en ir a la torre de Londres y hasta en subir la escalerilla del verdugo, por ser fiel a su conciencia, que es a la vez a su Dios y a su Iglesia. Tras bromear en los últimos momentos con el verdugo y con el crecimiento de su barba en la prisión, esta fue su última lección:

I die being the king ´ s good servant, but God ´´´  s first.

(Muero como buen servidor del rey, pero sobre todo de Dios)

Mayo-Madre

 

 

       Mayo-Madre.
          Madre de las flores,
desde la pequeña y vívida verónica
hasta la rosa premiada en los certámenes.
Madre de los pájaros,
desde el invisible colibrí
hasta el mirlo, maestro ya en el toque de su flauta.
Mayo, madre del verano,
de lo más fértil y granado de la tierra.
Por eso se consagró el mes de mayo a María
Mariam, Miryam, Mara, en griego, hebreo y arameo-:
la Bella, la Elevada, la Señora.

Los niños y niñas de primera comunión de nuestro tiempo
cantábamos en la iglesia, en las tardes de las fiestas de mayo,
levantando en el brazo derecho un ramo de flores
las Flores a María:

-Venid y vamos todos
con flores a porfía.
Con flores a María,
que madre nuestra es.

La tarde tenía entonces
un color y olor a madre.

Prefigurada en el Antiguo Testamento
por Miriam, hermana de Moisés, llamada Almah (virgen)
para salvar a su hermano,
por Sara, Rebeca y Judit.
Personificada como hija de Sión,
figura de Israel,
como mujer que da a luz.
Madre de Jesús, Hijo de Dios,
Virgen: entregada al deseo divino.
Imagen de la Iglesia santa.
Nueva Eva de la comunidad de los creyentes.

Virgen Madre de las romería de mayo.
Mayo-Madre.
No podemos vivir sin madre.
A Dios le llaman ahora Madre.

 

 

 

 

 

¿Apariciones o visiones?

 

                           Medjugorje, Garabandal o El Escorial no son fenómenos nuevos en la historia de la Iglesia. El famoso teólogo mariólogo francés René Laurentin llegó a catalogar hasta 2000 presuntas apariciones de la Virgen María en todo el planeta durante dos siglos.

Ya Pablo VI dictó unas normas prudentes en febrero de 1978, que no se conocieron hasta el año 2011.  Por fin, este último 17 de mayo, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe  ha publicado el documento Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales. El documento destaca que, en principio, debe descartarse la declaración de sobrenaturalidad de un fenómeno. Y, aunque se añade luego que el discernimiento  es tarea del obispo diocesano y se mantiene la posibilidad de que el Santo Padre autorice excepcionalmente llevar a cabo un procedimiento sobre la sobrenaturalidad de un hecho, el prefecto del Dicasterio, Víctor Manuel Fernández, fue tajante en este punto: Nunca se declarará la sobrenaturalidad.

Y es que ya es hora de terminar con esta historia de las apariciones, y de comenzar a interpretarlas como visiones, más o menos juiciosas, insensatas o hasta o esperpénticas, en todos los casos, y, en el mejor de ellos, experiencias que pueden tener efectos positivos en los videntes y en quienes los acompañan, y que pueden ser reconocidos y hasta bendecidos por la Iglesia: caso de Fátima y Lourdes.

No hay tales apariciones. El cuerpo espiritual de la Virgen María, Madre de Dios, no es visible, y, si lo fuera, lo sería para todo el mundo que llegara a tiempo.

Cuando el papa Francisco volvía, en mayo de 2017, de Fátima, en la celebración masiva del centenario glorioso de las apariciones de los tres pastorcicos, declarados santos por la Iglesia, llegó a decir: Yo personalmente soy muy «malévolo»; yo prefiero a la Virgen Madre, no la Virgen encargada del oficio telegráfico que  todos los días envía un mensaje a tal hora (…). Esta no es la madre de Jesús…

Una excursión a San Sebastián

 

                   Un viaje muy agradable gracias  a unos amigos de Etayo y de Olejua, en una mañana primaveral de mayo entre paisajes primaverales varios. Una casa-jardín en Miramar, entre hortensias, rosas blancas y rojas, arces negros, nísperos, rododendros…, con vistas a otras casas jardín y al mar infinito. Un recorrido por la espina dorsal de Igeldo, a un lado el mar y, al otro, una marea verde de colinas y montes que chocan contra el arrecife de las Peñas de Haya y de Larrún, en busca de cuatro túmulos de la Edad de Bronce, el cuarto de ellos con el hoyo fúnebre libre de piedras. Un almuerzo alegre en una sidrería jubilosa. Una siesta plácida mientras nuestro admirado conductor paga una elevada multa para poder recoger el coche llevado por la grúa. Un paseo final, casi romántico, por el Paseo de la Fe y por el Paseo de la Concha, con Igeldo, Santa Clara y Urgull como telón de fondo, la playa como escenario de la vida festival de las buenas gentes cotidianas, y el mar, oh, el mar, ese sueño primigenio, acercándosenos, llamándonos, arrodillándose ante nosotros, distraídos, y haciendo esfuerzos telúricos por revelarnos el misterio de la creación…