Ocho músicos, en violines, violas, flautas, chelo contrabajo y clave,
nos trajeron esta tarde a los maestros Bach, Vivaldi, Teleman y Händel.
Con ellos pasamos dos horas sin tiempo en un paraíso amable,
sin lugar, sin nombre, pero siempre acompañados.
De cuando en cuando se oían cantar los pájaros.
La desgracia advino cuando, al fin, tuvimos que levantarnos
y ponernos de nuevo los abrigos.