Entre las muchas cosas que de la autocracia de Pedro Sánchez se dicen, nunca se dice cómo nuestro presidente intenta cada día acabar con los cuatro grandes principios de la lógica aristotélica: los de identidad, contradicción, razón suficiente y del tercio excluso.
Basta ver cómo la causa del fracaso rotundo del Encuentro de presidentes autonómicos (¡no territoriales!), ayer, en Santander es, precisamente, la negación del principio de contradicción, por el que es imposible ser y no ser al mismo tiempo. o, dicho por el genio de Leibniz, que una proposición es verdadera o falsa, pero no las dos cosas a la vez. Aunque Sánchez quiere que lo sea en diferentes espacios: vg., en Cataluña y fuera de Cataluña, con ERC o sin ERC, etc. Lo mismo la financiación autonómica que la política de inmigración y de la vivienda.
Para agradar a unos y desagradar a otros, para pretender engañar a todos.
Cuando no se tiene un verdadero, coherente y permanente programa nacional y se sostiene en su «gobiernito tenemos» de su antecesor literario Sancho Panza con el sostén de secesionistas y herederos de terroristas, tal vez no haya otro remedio.
Pero oponerse tan rudamente al principio de contradicción no puede llevar a nada bueno.
Y es que el principio de contradicción, uno de los pilares de la realdad en nuestra mente -la verdad- es todavía más resistente que Sánchez.