La organización católica Justicia y Paz, en un reciente manifiesto a los representantes de la Unión Europea y al conjunto de la sociedad, El nacionalismo de exclusión, ha pedido a todos una respuesta contundente contra el crecimiento del racismo y la xenofobia en Europa, con el fin de garantizar el respeto de los derechos de cada individuo y de buscar la unidad en la diversidad como base de una sociedad rica y verdaderamente humana. Una de las expresiones y exigencias de ese nacionalismo excluyente está en hacer responsable a la UE de la actual crisis económica, la desigualdad social y el desempleo, manteniendo la tesis de que abandonar la UE sería mejor solución. Otra, seguramente la más común y más blandida, es la que nos recuerda las políticas beligerantes y ultranacionalistas que precedieron a las dos guerras mundiales y es la de sostener que la prosperidad y seguridad sólo pueden lograrse mediante medidas nacionales unilaterales y, si fuera necesario, en detrimento de otro pueblos. Cuando Justicia y Paz sabe bien que la migración es el fundamento de la existencia de la humanidad, a cuyas causas históricas hoy se añaden otras, como la presión demográfica, los conflictos políticos y religiosos, o el cambio climático. En nuestro caso, es evidente que las sociedades que envejecen rápidamente en Europa se enfrentan a una creciente escasez de mano de obra. Tras exponer las clásicas soluciones que la Doctrina Social de la Iglesia ofrece al drama de la las emigrciones-inmigraciones, concluye dignamente la organización católica interncional: Para los cristianos la nación no puede ser un valor supremo y los sentimientos de supremacía nacional son injustificados. La visión cristiana de la justicia universal y de la paz no permite ningún tipo de chovinismo.