Lc 15, 11-32
Resulta que para asombro de muchos, y de mí mismo, los mejores exégetas bíblicos de nuestro tiempo, después de muchos años de estudio y de disputas entre ellos, han concluido que una de las parábolas más bellas de los Evangelios, la llamada del Hijo Pródigo, con elementos de la comedia grecorromana, es una unidad tradicional inventada por Lucas, maestro, predicador y dirigente de una o más comunidades cristianas primitivas; es obra de Lucas, escrita en estilo totalmente lucano (vocabulario, sintaxis, mensaje teológico…). Tal vez una reelaboración de otra parábola tradicional, como la de Mt 21, 28-32 (Los dos hijos).
Lo mismo podremos decir de otras muchas parábolas de Marcos, Mateo y Lucas, ya que los exégetas actuales tan solo dan como atribuibles con certeza al Jesús histórico cuatro de ellas: el grano de mostaza, los viñadores perversos, la gran cena y los talentos / minas.
Lo que me deja en una situación de cierto desasosiego. Porque, aunque la parábola del Hijo Pródigo, que es el evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, la parábola del perdón de Dios y de su preferencia por los alejados y arrepentidos, sigue siendo tan bella y evangélica como antes, yo me he propuesto, a lo largo de estos años escribir sobre la vida del Jesús histórico -hechos y dichos-, hasta donde es posible, renunciando de antemano a toda imposible biografía, pero resaltando y actualizando lo poco que sabemos de él.