En el último suplemento dominical de DN aparecía un extenso y emotivo reportaje, titulado Las «flores! de la Unidad de Cuidados paliativos, sobre trabajadores y voluntarios de la Unidad de Cuidados Paliativos en torno a sus pacientes de la Clínica de San Juan de Dios de Pamplona, regido por los Hermanos de dicha Orden. Admirables testimonios del más alto valor humano. Pero, sin meterme ahora en honduras, y lejos de reproche moral alguno, desde un punto de vista sociológico, digámoslo así, me ha extrañado – y lo digo aqui, donde nadie nos oye- la ausencia casi total de toda referencia religiosa, o, al menos transcendente en todo el reportaje, salvo, cuando de pasada se dice que de una habitación sale un grito: Por favor, llamen al capellán, y otro testimonio, en el que se dice, también de paso, que era una persona de mucha fe, que tampoco es decir mucho. Por lo demás, ni médicos, ni trabajadoras sociales, psicólogas, voluntarios… aluden para nada a experiencias vitales, en los que Dios, Cristo, la oración, la esperanza en la otra vida… tengan alguna importancia. Falta, curiosamente, el testimonio del capellán (¿Por aquello tal vez de que ya se sabe lo que va a decir?). Me pregunto si es otro signo de los tiempos, donde se abandonan algunos sacramentos, muchos ritos o, sencillamente, no se habla de eso. Si existe un tabú de la muerte, lo que se combate acertadamente en el reportaje, no menos existe, como sabemos, otro tabú de la religión. ¿También en la Unidasd de Cuidados Paliativos de la Clínica de San Juan de Dios? ¿O es que hemos llegado ya al extremo de que tras no contar, al menos pública y explícitamente, con la Iglesia, con Cristo y con Dios en los anteriores ritos de paso, ya no se cuenta tampoco, al menos habitualmente, en el último y definitivo de todos ellos?