La carta pastoral de Cuaresma-Pascua 2011, de los obispos de Pamplona-Tudela y de las tres diócesis vascas, se titula La economía al servicio de las personas. Ante la crisis, conversión y solidaridad. ¿Demasiado extensa, doctrinal y pontificia? Tal vez. En el punto 26, con expresión acuñada por el economista norteamericano Galbraith, hablan de la cultura de la satisfacción, como uno de los aspectos sobresalientes de la cultura actual, y que es, según el mismo autor, una licencia para la devastación financiera. Los prelados de estas diócesis, menos tocadas por la crisis que muchas otras, llaman a sus fieles a evitar el peligro de la autocomplacencia y de la impasibilidad ante los que más sufren, y con la palabras del papa Benedicto XVI apelan a una orientación cultural, personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria. Señalan asimismo otro aspecto de nuestro horizonte cultural, el cambio constante y la contingencia de nuestra sociedad del conocimiento, basada en la innovación, de largas consecuencias positivas, pero que, por adelgazar las bases y la densidad de nuestra cultura y de nuestra ética, siempre en cambio, recibe el nombre de líquida y su pensamiento el adjetivo de débil, de compromisos cada vez más precarios y de creencias sin apenas vigencia. Por lo que, al decir de los obispos firmantes de la carta, es cada vez más necesario redescubrir y fortalecer los principios y valores clásicos de la vida social (igualdad, libertad, responsabilidad honestidad…), traducidos en virtudes prácticas de comportamiento individual y social.