(Selecciono esta carta, ahora ya no de un condiscípulo, sino del padre espiritual, don Martín Elizalde, natural de Sangüesa, que había sido aquel año de 1951-1952 encargado de nuestro curso, último de Latín y Literatura, pero ya en el pabellón de Filosofía. Venía de ser párroco de Murillo el Fruto, y pocos meses después de esta carta iba a ser nombrado, qué coincidencia, párroco de Mañeru, donde sucedió a don Manuel Irigaray, natural de Peralta, muerto el 25 de noviembre de 1952, que llevaba en mi pueblo desde 1919, Sucedió a un famoso párroco ex agustino de El Escorial, don Heriberto Morilla Luengos, natural de Matanza (León), que propuso comprar las tierras del vecino y casi despoblado Soracoiz para dar trabajo a la numerosa juventud sin trabajo de Mañeru y se armó la marimorena, con la consiguiente salida del clérigo revolucionario, como otro día contaré. La carta de don Martín, seguramente respuesta a una mía que no recuerdo, reproduce un estilo de espiritualidad muy habitual en aquel tiempo, y solo por eso merece la pena conocerla)
Mi querido Víctor Manuel (…) Te arrastra el mundo porque te alejas de Dios y de ti mismo. Tú, tan pensador de cosas bellas, dejas desbordar el impetuoso torrente de tu imaginación, de tus sentimientos y de tu propio corazón por terrenos que jamás te han de dar otra cosa que que espinas y abrojos. No te has comprendido. Te estás condenando a ser el eterno sediento. Buscas lo ideal, lo infinitamente bello, el amor sublime… y te ilusionas que todo eso se halla en la criatura siempre miserable y tornadiza.
Hermosuras humanas… flor que se marchita en unos momentos. Amor… del corazón humano que, cual inquieta mariposa revolotea sin detenerse en ninguna parte. ¿Entiendes? Ni es eso lo que ambicionas. Ni es eso lo que te llama.
Tu sacerdocio en el cual sueñas desde niño… tu sacerdocio… vivido como tú serás capaz de vivirlo… colmará tus aspiraciones infinitas. Jesucristo… su amistad sentida en esas largas y tranquilas visitas de cada atardecer… Derrama tus penas y tus ilusiones en la acogedora soledad de tu sagrario. Saldrás nuevo si sabes entenderte con Él.
Tu vida espiritual… generosamente vivida… sin regateos ni medias tintas… sin concesiones inquietantes…,, será la única solución para que disfrutes de la dulce paz.
Se lo pide al Señor para ti tu affmo. Martín