Nos toca desarmarnos. Lo mejor del Carmelo se escribió en los tiempos más complicados, cuando hubo gente que, ante la tentación de armarse de palabras, ideas, argumentos, seguridades y estructuras, se descalzó, dice fray Miguel Márquez, ex provincial carmelita de España, nacido en el Valle del Jerte, y recién elegido superior general de los Carmelitas Descalzos.
Descalzarnos significa desarmarse uno mismo, devestirse del afán de conquistar el mundo y tener la razón, desarmarse para vivir una de las palabras clave de Teresa, la humildad. Hay que descalzarse para pisar la tierra santa del tiempo actual y zambullirse en él. Los místicos nunca renegaron de su presente, por muy malo y contradictorio que fuera. La belleza está en descubrir que Dios está ahí. En el tremendo siglo XIX, cuando el jansenismo buscaba conquistar el cielo a base de puños desde una espiritualidad del sacrificio, Teresita [de Jesús] irrumpe con la infancia espiritual. Eso es descalzarse en el Carmelo. Cuando mis hermanos me votan, mi sensación es que esto no se puede hacer, si no me desarmo.
(…) Santiago Agrelo [franciscano gallego, arzobispo (2007-2017) emérito de Tánger] da gracias a Dios por el fracaso en nuestros intentos de llenar lo conventos, porque nos ha llevado a escuchar de verdad lo que el Espíritu nos quiere decir. Hay fecundidad en el decrecimiento, en el desierto. Como dijo un jesuita, Carlos de Foucauld fue de fracaso en fracaso hasta la victoria final.