Claro que hay que despenalizar la homosexualidad, sobre todo cuando nada menos que 40 Estados la castigan con penas severas, incluida en muchos casos la pena de muerte. Desde que la comunidad científica, representada por los colegios médicos de los Estados Unidos de América, declararon, a finales del siglo XX, que la homosexualidad no era una enfermedad, ya no hay ni siquiera esa sinrazón para penalizarla. Otra cosa es que algunos, es decir, ciertos poderosos grupos e instituciones de presión internacional, entiendan y deseen obligarnos con eso a llamar matrimonio a las uniones homosexuales (parimonio, homomonio, o como quiera que podamos llamarlas con un nombre digno) u obligarnos a defender la conveniencia o la necesidad de adopciones legales por parejas homosexuales, y cosas por el estilo. No creo que ése sea el propósito del presidente francés, autor de una propuesta sobre la despenalización, todavía no bien precisada, cuando ni siquiera en Francia se ha seguido ese camino, y cuando la gran mayoría de los Estados miembros de la ONU son contrarios a tales iniciativas. No compliquemos más las cosas en un ámbito delicado y frágil, que no necesita más complicaciones.