Lc 2, 1-21*
El nuevo David
nace en la ciudad de David,
Belén Efratá,
en un caravasar de peregrinos,
no en un albergue extraño.
Sab 7, 4-5 María, su madre,le envuelve entre pañales y cuidados,
porque ningún rey comenzó de otro modo su existencia,
al decir del libro de la Sabiduría
sobre el rey Salomón.
Y le acuesta en el pesebre,
donde Dios sustenta a su pueblo predilecto.
Is 1, 3 Esta vez, el buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo,
según el profeta Isaías.
Los pastores de Belén, pastores del rey pastor,
los pastores del aprisco de la Torre del rebaño
cantada por Miqueas,
precursores de todos los creyentes,
son los primeros en óír el anuncio luminoso del ángel,
la buena noticia, una gran alegría,
por encima de todas las noticias luminosas del Imperio:
la venida al mundo del Señor y Salvador
-títulos entonces exclusivos del emperador de Roma-,
pero envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Allá van, a toda prisa, los pastores,
que luego contarán y cantarán,
primeros apóstoles,
lo que vieron y oyeron.
Lucas pone entonces un himno preevangélico
en boca de los ángeles celestes:
¡Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres agraciados por Dios!
La paz más fructífera que la pax romana,
más pura y extendida que la pax augustea,
que se impone siempre por las armas.
María, ejemplo de creyente y discípula,
única testigo de aquel nacimiento,
guarda todo lo ocurrido en su memoria maternal,
y lo recordará no pocas veces
en la vida oculta y pública de su hijo, Jesús de Nazaret.
- Ver la introducción al Evangelio de la Infancia de Lucas, en la entrada del día 20.