Economía e Historia
La historia, según Marx, es la economía en la acción: la competición entre individuos, grupos, clases y Estados por la comida, el combustible, los materiales y el poder económico. La política, la religión, la cultura… tienen sus raíces en las realidades económicas. Agamenón, Aquiles, Héctor o Helena fueron efectos, no causas. Sin duda, la interpretación económica ilumina gran parte de la historia, pero sin duda Marx y el marxismo que le continuó subestimó el papel de los incentivos no económicos en el comportamiento de las masas: pasionales, nacionalistas, estéticos, culturales, benéficos, científicos, religiosos, políticos, militares… Sea el acontecimiento más cotidiano de la vida, sean los grandes descubrimientos como las grandes revoluciones.
Pero hasta los mayores banqueros conocidos, los más famosos, desde Los Medici de Florencia o los Fugger de Augsburgo, hasta los Morgan de Nueva York o los actuales banqueros suizos. O los grandes archimillonarios, que aparecen cada año en las listas de los más ricos del mundo, dependen en su quehacer y hasta en su desenfreno del motivo del beneficio que los impulsa a ser lo que son: no solo el mero poder económico.
Sabemos que en todos los tiempos los seres humanos más inteligentes, más fuertes, más hábiles, que siempre han sido y son minoría, concentran no sólo la inteligencia, la fuerza y la habilidad, sino también la riqueza, eso que se llama el poder económico y todo lo que lleva consigo, que es mucho más que economía. Y de muchos factores, políticos, culturales, religiosos, ambientales… depende que la brecha sea mayor o menor entre esa minoría y la gran mayoría. Buena parte de la historia ha consistido en la sucesión de estados de relación entre esas dos magnitudes: paz y guerras, evolución y revoluciones, orden y desórdenes, caos y civilización…
Los Durant traen a colación el ejemplo de Solón (siglo VI a.C.), arconte supremo, comerciante aristocrático, que consiguió pacificar Atenas y serenar la disparidad de fortuna entre los ricos y los pobres, devaluando la moneda, reduciendo las deudas, estableciendo impuestos progresivos, reorganizando los tribunales, extendiendo la educación…Hoy pasa por ser uno de los siete sabios de Grecia y de toda la humanidad. Y por otra parte, el contraejemplo del Senado de Roma en el siglo I a.C. , que trajo cien años de guerra civil, al desoír las justas peticiones del aristócrata Tiberio Graco, devenido tribuno del pueblo, que fue asesinado junto a miles de sus seguidores. Solo el Principado y el Imperio, que, sin ser el régimen de la Justicia, se llamó Pax Romana, para distinguirse de la continua Guerra anterior, acabó con aquella ruina y conquistó medio mundo entonces conocido.
La historia ha repetido, una y otra vez, antes y después, los dos modelos en todo el mundo y en cada lugar de ese mundo. Lo que parece llevarnos a la conclusión de que la concentración de la riqueza, es decir, inteligencia, fuerza, habilidad, cultura… es natural e inevitable en cierta medida, y se alivia, se serena, se equilibra… mediante una redistribución, siempre parcial y provisional, más menos pacífica, no sólo de la riqueza, sino de todo el caudal humano que es posible con ella.