Diálogos con la Historia (XIII)

 

Gobierno e Historia (I)

         Puesto que todos los hombres aman la libertad y toda libertad, por relativa y relacionada, ha de ser limitada, resulta que la tarea principal de todo gobierno parece consistir en establecer el orden, en el amplio sentido de la palabra. Una fuerza central organizada, única alternativa a la fuerza disruptiva en manos privadas.

A juzgar por su prevalencia y duración en la historia, entre las formas de gobierno la monarquía se lleva la palma. Ahí está el gobierno monárquico de Augusto, que mantuvo la pax romana del 30 a. C. al 180 d. C. desde el Atlántico hasta el Éufrates y desde Escocia hasta el mar Negro, descontando, claro, los reinados de Calígula, Nerón y Domiciano. Según el historiador Gibbon, el período durante el cual la condición de la raza humana fu3 la más feliz y próspera, mencionaría sin dudar el que transcurrió desde la ascensión de Nerva a la muerte de Marco Aurelio.

Pero, en general, la monarquía ha tenido, excepto en las últimas monarquías constitucionales europeas actuales, un historia mediocre, con resultados de interminables guerras dinásticas, nepotismo, opresión, explotación, irresponsabilidad y extravagancias. con oligarquías gobernadas por una minoría aristocrática o teocrática. A todo lo cual respondieron, aquí y allí, la revoluciones..

Vieja cuestión la justificación o no de las revoluciones. ¿Cuántas revoluciones podrían haberse evitado a través de la compulsión gradual de los desarrollos económicos y   políticos en cada caso? Los historiadores comparan la revolución violenta francesa  del XVIII con la pacífica inglesa del XIX. ¿Cuál mejor?

Lo cierto es que la revoluciones violentas no redistribuyen la riqueza, sino que la destruyen. O la transfieren a otras manos, que a la larga, devienen tan injustas y corruptas como las anteriores. La única revolución real – terminan aseverando los Durant, y ahora hay que aplaudirles- reside en la iluminación de la mente y la mejora del carácter; la única emancipación real es individual, y los únicos revolucionarios verdaderos son los filósofos y los santos.