Dichosos los que ven en el prójimo a Dios Nuestro Señor/
más presente que en una catedral o en un cielo estrellado.
Dichosos los que tienen la paciencia de mirarse a sí mismos/
antes de juzgar alegremente a los demás.
Dichosos los que alegran la vida de los solos y encogidos/
doblándoles el alma.
Dichosos los que tienen como lema de vida permanente/
que el dar es más humano que el lindo y grato recibir.
Dichosos los que creen más allá de ellos mismos/
más allá de su corta experiencia y su buen corazón.
Dichosos los que esperan contra toda esperanza/
sin trazar la raya del futuro en sus límites propios.
Dichosos los que estrechan la mano temblorosa del enfermo/
incierto en su existencia, pendiente hacia la muerte.
Dichosos los que mueren rebosantes de vida y buenas obras/
en paz con este mundo y en paz consigo mismos.