Triste, tristísima, ha sido toda la jornada de hoy para el PSOE y para toda la política española. Triste la dimisión forzada del secretario general, que a las graves contradicciones, prepotencias, coacciones e irrealismos, propios y de su equipo en los últimos tiempos, ha añadido el error último de querer forzar esta tarde una votación, con urnas preparadas, y casi de tapadillo, para que sus afines votaran a favor de unas primarias apresuradas y de un congreso inmediatamente posterior, a lo que sus oponentes tajantemente se oponían y en el último momento se opusieron. Malo puede parecer todo esto, y hasta puede parecer una débil salida la formación de una Gestora, salida que, por otra parte, Sánchez ha ido imponiendo, como solución, en muchas organizaciones de su partido en toda España. Pero peor, mucho peor sin duda, hubiera sido, llegado este momento agónico, que el dimitido secretario general hubiera seguido al frente del PSOE, partido en dos. Peor para la política española. Y peor, por lo que dije ayer, para el futuro inmediato de España.