Domingo 31 del Tiempo Ordinario

 

  La hipocresía de los fariseos

(Mt 23 1-12; Mc 12 38-40; Lc 11 37-52; 14, 7; 18, 14; 20, 45-47; Jn 13, 13)

                  Aparecen los fariseos en los cuatro Evangelios como los más feroces enemigos de Jesús, especialmente en en Evangelio de Mateo. Eran, con todo, hombres piadosos, conocedores  y amantes de la Ley y de otras tradiciones religiosas no incluidas formalmente en ella. Creían en un Dios providente, pero también en la libertad y responsabilidad del hombre. Esperaban la  venida del Mesías, y, frente a los saduceos, más adinerados que ellos y de mayor posición social en la esfera civil y sacerdotal, creían en el espíritu, los ángeles y la resurrección de los muertos. Habían jugado un importante papel público político en tiempos de los asmoneos, y eran todavía el partido judío más activo e influyente entre el pueblo. A veces  se los vincula con los escribas y los herodianos. Contendientes habituales del Profeta de Nazaret, sobre todo en Jerusalén, donde vivían casi todos, sus debates fueron más legales que doctrinales: divorcio, juramento, pureza legal, cumplimiento del  sábado…  No parece que tuvieran directa relación con la muerte de Jesús. Su relación con los judeo cristianos se agravó con la primera guerra judía y destrucción de Jerusalén. Probablemente los cuatro Evangelios, escritos en esa época, reflejan mejor esa situación posterior que la vivida por el Maestro en Palestina.

Comienza Jesús diciendo a la gente
que observe bien lo que digan escribas y fariseos,
que trasmiten la doctrina de Moisés,
sin imitar su conducta, pues dicen pero no hacen:
echan
  cargas pesadas a la espalda de los hombres,
pero ellos no mueven un dedo para sostenerlas.
Todo lo hacen para ser vistos.
Ostentan en sus frentes y en sus brazos
los estuches y las borlas con versículos de la Ley ,
Buscan siempre los primeros puestos
lo mismo en sinagogas que en banquetes,
y se afanan en las calles y en las plazas
porque el pueblo los llame mi señor, doctor, maestro.

Y aquí el evangelista
aprovecha similares palabras de Jesús diciendo en otra ocasión a sus discípulos:
que no se dejen decir esas palabras,
porque uno solo es su Maestro.
Ni que los llamen padre,
porque uno solo es su Padre
y todos ellos hermanos.
Ni siquiera instructores,
porque Instructor es solo el Cristo.
Y que el mayor entre ellos sea su servidor.
Pues quien se ensalza será humillado
y quien se humilla será ensalzado