Domingo Segundo del Tiempo Ordinario

 

La llamada de Pedro

(Jn 1, 15; 1, 35-42; Mc 1, 17)

Estaba Juan al otro lado del Jordán
con dos de sus discípulos, tal vez Felipe y Andrés,
y al ver pasar a Jesús, a quien había bautizado,
les dijo: –Mirad al cordero de Dios.
Este era del que yo dije:
detrás de mí viene un hombre,
que se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo.

Los  dos discípulos de Juan siguieron a Jesús
y le preguntaron: –Maestro, ¿dónde vives?
Él le respondió: – Venid y veréis.
Y se quedaron con él aquel día.

Andrés, discípulo de Juan y luego de Jesús,
dijo a su hermano Simón: –Hemos encontrado al Mesías,
y le llevó hasta él.
Y Jesús, mirándole, le dijo:
Tú eres Simón, el hijo de Juan.
Tú te llamarás Cefas, (que quiere decir roca).
Poco después todos se juntarán
en el mar de Galilea.

***

Los judíos de la época
solían dar a los niños varones
el nombre de un famoso patriarca o profeta judío,
y a la vez

el nombre de un griego o romano ilustre.
Aquí tal vez al nombre hebreo de Simeón
se añadió el griego de Simón,
y Jesús le agregó el nombre arameo  de Kepa:
– en griego, piedra, Pedro-
roca sobre la que construir una firme defensa
contra los poderes destructivos del pecado y de la muerte,
que atacaban la asamblea del pueblo de Dios
en la lucha final del Bien contra el Mal.
Igual que aquella roca cósmica
que sostuvo firme
el glorioso templo de Jerusalén.
El nombre de Pedro hizo fortuna
por los siglos.