Dos castros en Tierra Estella (I)

 

         Elegimos un día de junio, que no pase de los 23 grados. Lleva Luis en sus provisiones un botellín de agua, dos tetrabriks de jugo de naranja y dos manzanas. En Abaigar, 82 habitantes, el primer pueblo alfabético de Navarra, el paisano a quien saludamos y preguntamos no ha oído nunca que en Oco haya habido un castro celtíbero, pero sí sabe que allí está el Pozo de la Mora y nos da toda clase de precisiones.

Pero vayan pronto, que va a calentar de lo lindo.

Mi amigo, en premio, le regala un libro.

Y allá que vamos. Cruzamos la carretera Olejua-Oco y nos desviamos hacia Piedramillera, dejando a la derecha la ermita de San Bartolomé que es el centro de Valdega. Los campos de cereal, que lo llenan todo, tienen buen color. Algunos cebadales están ya cosechados. A punto de llegar, en una curva, estamos a punto de chocar con el primero de un grupo de moteros, que, al parar de repente, casi se da con nuestro coche. Nos pide que salgamos de la curva, porque vienen más moteros detrás. Por este camino transitaban a diario los vecinos de Piedramillera, cuando iban o venían a/de tomar el tren Estella-Vitoria desde Ancín.

Pasado el susto, el castro se nos aparece poco antes de llegar a Piedramillera, que tenemos delante, y en un pequeño recodo dejamos el motor. Ahí debajo está el morro rocoso o espolón calizo septentrional del oppiddum, al que rodea un hondo barranco con agua, que llega de la sierra de Learza y se llama San Juste. El pozo,  la poza, llamado también Covacho del Pozo de la Mora, es bien visible. Es también un manantial de fuente natural. Lugar ideal para sentarse y sentir en silencio el agradable sonido al precipitarse el agua por la cascada o desfiladero. Intentamos pasar directamente al otro lado, pero nos es imposible: el cauce es más hondo y ancho de lo que parecía. Así que volvemos para afrontar el  castro por el sur, cerca de la carretera.

En la Carta Arqueológica del Señorío de Learza (1977) el arqueólogo Alberto Monreal Jimeno, profesor de la universidad de Deusto, y, más tarde (1997-198), el arqueólogo vizcaíno Mikel Unzueta junto con él, estudiaron los yacimientos romanos aledaños El Pozo Remigio, San Juste y El Cruce, y supieron con certeza la existencia de este castro anterior, pero no llegaron a estudiarlo. Lo estudió después Javier Armendáriz. El barranco abrió los profundos fosos y dejó patentes los empinados taludes roqueños que lo defienden por el norte y el oeste, mientras los terraplenes hechos por sus habitantes en los flancos más vulnerables hicieron lo demás. El recinto septentrional, dedicado tal vez a la ganadería y otros servicios artesanales, va subiendo de altura hasta la llamada acrópolis para volver a bajar después en el recinto sur, algo más corto y donde debió de situarse el poblado. El conjunto ocupa 31.300 metros cuadrados de superficie y es uno de los más grandes de la zona.

Su cultura material está compuesta por abundantes testimonios de cerámicas manufacturadas y torneadas de tipo celtibérico, así como molinos de mano, canas de piedra y muchos restos de escorias de fundición.  Fue habitado en los años del Hierro antiguo y despoblado a mediados del siglo I a. C., probablemente en favor de los asentamientos romanos en llano antes citados.

Cuando bajamos por los terraplenes de suroeste, dos motoristas de la policía foral nos gritan que tenemos el coche mal aparcado y que lo tenemos que retirar. No es fácil correr  entre ollagas, tomillos, escaramujos y matorral. Mi compañero, que es su dueño, se adelanta, y, como quien no dice nada, se excusa:

Es que somos arqueólogos y estábamos mirando…

– Sigan con lo suyo, pero ponga mejor el coche.

– No, que ya hemos concluido.

– Buenos días.

– Buenos días. Gracias.

Entramos en el pequeño pueblo de Oco, y luego en Legaria, muy llano y muy bonito, de 125 habitantes, con un parquecito  en la Plaza entre  moreras, árboles de morera. Tiene una iglesia del siglo XVI y un palacio de cabo de armería. Sus barrios son cuatro: el de San Martín, alrededor de la iglesia de su nombre; el del Río; el del Monte, y el barrio de la Rochapea, sobre una terraza del río Ega. Y el mismo alcalde desde 2007. Es famosa su Granja Legaria, la mayor productora de huevos de Navarra.

Damos una vuelta por el nuevo Ancín, que no deja de construir chalés, robando sitio al encinar, y, a pesar de todo, no pasa de los 338 habitantes, lo que quiere decir que  muchos son solo segundas residencias. Y nos vamos a comer a Murieta, capital industrial de Valdega, con los mismos habitantes  que Ancín.