Las muchos casos registrados y confirmados de efebofilia y pedofilia dentro de centros perteneciemtes a la Iglesia católica en varios países de Europa y América son desconsoladores y preocupan ahora gravemente a las autoridades eclesiales. Eso y una política demasiado larga de encubrimiento, ocultación y disimulo, que es tan repugnante y dañino como lo anterior. No es cosa de perderse en cifras absolutas y relativas, que son, además, confusas y equívocas. En todo caso, son demasiados casos y muy repartidos en el mundo. Hay quienes, como el arzobispo de Viena, que conoce de cerca el paño, saca a relucir el celibato obligatorio, la educación de los seminarios y el desarrollo de la personalidad de los candidatos al sacerdocio. El cardenal de Tegucigalpa, R. Maradiaga, niega la relación forzosa entre celibato y pedofilia, claro, pero insiste en la necesidad de la formación, ahora que los conocimientos de psicología no son los de hace medio siglo. La historiadora y ensayista católica Luceta Scaraffa, nada menos que en L’Osservatore Romano, lamenta la falta de presencia femenina en la Iglesia, sobre todo tras la revolución en la configuración de los roles sexuales. Como en todo caso complejo, no hay una sola causa ni un solo remedio. Todas esas sugerencias y propuestas habrán de ser importantes elementos de reflexión y de decisión, si se quiere acabar con esa plaga y con esa alarmante quiebra de confianza del pueblo católico en sus rectores espirituales, al pagar muy caro los 400.000 que son en todo el mundo por los escándalos de los 3.000 infames, o de los que sean. Otra de las serias consecuencias de tan desgraciadas noticias es la campaña de anticlericalismo y antieclesialismo soez, que, como era de temer, ha comenzado a levantarse en ciertos diarios digitales y en la red en general. También en España. Quien quiera hacer, fuera del estudio del caso, una buena antología actual de ese fenómneo tan español no tiene más que copiar algunos artículos de periodistas y sobre todo las comunicacicones de los lectores en los diarios que todos conocemos. Si un día, como es de prever, comienzan a difundirse denuncias, verdaderas o falsas, en nuestro país de estos hechos hediondos, la reacción superará aqui a todas las reacciones conocidas hasta ahora.