Ejemplar me parece ante todo la dimisión inesperada de Benedicto XVI. Y con la conmoción que me causa, igual que al mundo entero, me uno al coro casi unánime mundial expresando mi admiración y mi gratitud a este magno pontífice de la teología, de la fe, de la espiritualidad y de la cultura, que ha querido dejar paso al sucesor más joven y de otro talante quizas, que le imite y le complete, y que haga lo que el papa Ratzinger no puede hacer. Cansado, decepcionado y amargado por la pederastia en la Iglesia y por la lucha de poderes en la Curia, no es que se ha rendido, sino que no ha podido hacer más: problema que trasciende a su persona. Gesto revolucionario en la historia moderna de la Iglesia, irá unido para siempre a su vida y a su obra. Deus benedicat tibi, Benedicte.