Pasó el 1 de Mayo, o el Primero de Mayo, con la misma o mayor división de siempre; sin la menor autocrítica; con la misma demagogia copiada de los partidos políticos, también como casi siempre. Fue, ha sido, debiera ser, el símbolo mundial de lo que muchos hemos creído y soñado; de lo que seguimos creyendo y soñando, con mayor realismo, con mayor autocrítica, con mayor lucidez, y también, ay, con menor frescura y pasión.
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