Repaso varias novelas de Pío Baroja y leo algunas no leídas. Una de las sorpresas que me llevo es ver lo antijudaico que era este hombre. Donde salen judíos, y salen muchas veces, siempre son lo peor que se puede ser. Peores que curas, frailes y jesuitas, aunque algunos jesuitas no salen tan malparados. Por lo demás, esa incontinencia anticlerical, de la que habló Laín, no me ha cogido de nuevas. Y ese papanatismo por la ciencia, un panremedio, que muestran sus mejores portavoces, Fernando Ossorio en Camino de perfección; José Larrañaga, en toda la serie de novelas que protagoniza, o Javier Olearán en El cura de Monleón. A los que no adoran esa divinidad el epíteto más suave que les reserva es el de cretinos. Es el Baroja individualista, sencillo, solitario, un tanto anárquico, crítico,siempre, lector infatigable, trabajador, pesimista, pacifista a pesar de todo, denunciador de lacras sociales, pequeño burgués, pagano, nostálgico de un precristianismo vasco, como en Jaun de Alzate. O retratado en aquel trilogio que se le escapa en la tercera novela aqui citada: Paganismo, individualismo y anarquía dentro del orden. Sería magnífico.
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