(Sobre Is 58, 1-12)
(y II)
¿Quién de todos vosotros
ha partido su pan con un hambriento?
¿Quién acogió en su casa
a un pobre de verdad,
no sólo a ciertos cabecillas importantes,
que hablaban en nombre de los pobres?
¿A quién, desnudo, habéis vestido alguna vez?
¿A cuántos semejantes a vosotros,
pobres diablos errantes,
dejados de las manos de todos,
habéis escuchado sus historias
en los cómodos sofás de vuestras sedes?
La luz, apagada o vacilante,
de quien obra el derecho y la justicia
brotará en su corazón como la aurora
y toda oscuridad de duda o sinsentido
verdecerá creciente en puro mediodía.
Dios, o quien haga sus veces, le hablará
con su voz resonante y silenciosa;
y su viva presencia
se dejará oir inconfundible
en los hondos sequedales de su espíritu.
Como huerto regado, o limpio manantial,
vivirá para siempre
todo aquél que del hombre, su hermano,
haya hecho su fin y su tarea.
Crea en Dios, en la Nada, o en el Hombre,
la Suerte o el Destino;
en la Vida, en la Materia, en el Ser o el Absoluto.