Cada día lee uno en revistas especializadas, mucho más que en los periódicos del día, noticias de obras admirables, que ni se conocen ni se elogian como debieran. Tal es el caso, del que acabo de enterarme, del colegio La Inmaculada, de Armenteros (Salamanca), uno de los lugares predilectos de Miguel de Unamuno. Un cura joven y rico entonces, recién venido de estudiar sociología y economía en Madrid, Juan Trujillano González, llegó a este pueblo a comienzos de los 50, y comenzó por convertir la casa parroquial en escuela y en convencer a los profesionales de la zona a impartir clases a la gente, que sólo acudía, a esas horas, a la taberna. Hoy en este colegio-internado hay 700 alumnos, desde los más pequeños de la guardería, con 3 años, hasta los mayores de 18, de casi 40 nacionalidades (mezquita y alimentación especial incluidas), con más de 100 profesores, administrativos y pesonal de mantenimiento. En su mayoría, los alumnos son huérfanos o inmigrantes ilegales: Aqui viene todo el que quiera, tenga dinero o no, dice el intrépido Trujillano, con 83 años fecundos. Los que pueden pagar, pagan no más de 200 euros mensuales. Lo demás, hasta 600.000 euros, lo aportan el Estado (poco más de un tercio), becas públicas, donativos de ex alumnos (50.000 han pasado por sus aulas), benefactores… y la Providencia. El Banco de Alimentos y otras asociaciones parecidas hacen también lo suyo. Aunque hay algunos que temen por el futuro de la obra tras la desaparición del autor y sostenedor de este milagro, lo cierto es que sigue más vivo que el primer día. Por si alguien dudara del espíritu y de la eficacia de tan magna obra, tres frases escritas en los muros del colegio lo aclaran todo: Si quieres salvar un país, educa a tus hijos… La inteligencia humana es nuestro principal recurso… Al que puede ser sabio no le perdones que no lo sea.