Una vez más, el novelista y columnista Juan Manuel de Prada se declara valientemente cristiano, pero con alguna singularidad. Esta vez, tras decirnos que fue un niño muy creyente, que en la adolescencia se distanció de la Iglesia, y que tiene una visión profundamente cristiana de la vida, añade: Mi pensamiento es tradicional, y soy profundamente antiliberal. Soy antimoderno. Soy cristiano progresista en lo social y reaccionario en lo moral. Y, más adelante: Lo que sí estoy muy lejos del oficialismo católico. Y eso ¿qué quiere decir? Porque puede decir muchísimo o casi nada. Preguntado por el papa, ressponde que tiene cosas buenas y malas. Entre las malas estáría su vocación política dudosa, porque interviene en cuestiones en que no debería intervenir, como el llamado proceso de Paz en Colombia. Le gusta, en cambio, que haya puesto en el tablero cuestiones de orden social y económico, postergadas en anteriores papados, o que arremeta contra el liberalismo económico. En esto, como se ve, es más claro, y coincide con modernistas y progresistas, aunque sean sólo de nombre.