En la célebre Declaración Schuman, de 9 de mayo de 1950, fecha simbólica del inicio de la Unión Europea, hay un párrafo, muy olvidado, que dice: Dicha producción [de carbón y acero] se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano.
Estos días, cuando oigo al papa Francisco y a ciertos científicos humanistas hablar de la amenaza del coronavirus para un continente como África, recuerdo esas palabras alentadoras. Espero que la falta de contaminación ambiental y otras características, en este caso positivas, impidan la extensión de la pandemia en ese mundo en vías de desarrollo. Pero el desarrollo de ese continente va mucho más allá que la peste actual. Los africanos huyen a Europa porque la relación de renta per cápita entre las orillas norte y sur del Mediterráneo es de 1 a 10, la más desigual del mundo en una frontera; el doble de la existente entre Estados Unidos y México.
Entre las causas bien conocidas del subdesarrollo -pasado colonial, corrupción de las élites políticas, desindustrialización, efectos del cambio climático…- cada vez tienen mayor relevancia los flujos financieros ilícitos. Le evasión fiscal de las multinacionales que operan en África supera los 500.000 millones de dólares anuales, según el FMI. África pierde por esa vía el triple de lo que recibe de ayuda al desarrollo. Por otra parte, los recursos europeos para afrontar los problemas estructurales del continente africano son muy modestos.La Comisión Europea constituyó en la pasada Legislatura un Fondo de 3.000 millones de euros, con el compromiso de que los Estados miembros contribuyeran con otro tanto, pero el año 2018 apenas habían aportado 400 millones.
Ahora bien, lo que la Unión Europea no ha hecho está haciéndolo China. Las inversiones chinas están contribuyendo al desarrollo de varios países como Sudáfrica, Angola, Nigeria o Etiopía -ex colonias del Reino Unido, Portugal e Italia-, con numerosas construcciones de carreteras, presas, redes ferroviarias y electricas, equipamientos industriales…
¿Dónde quedan las sonoras y entonces exigentes palabras de Schuman?