Uno de los muchos párrafos más significantes e interpretadores de la bella y multidimensional novela de Milan Kundera, La vida está en ota parte, es aquél que dice: El deseo obsesivo de admiración no es un simple defecto que va unido al talento del poeta lírico (como ocurriría en el caso de un matemático o un arquitecto), sino que forma parte de la esencia misma del talento lírico. Es algo que lo define directamente, porque lírico es aquél que muestra su autorretrato al mundo, llevado por el deseo de que su rostro, pintado sobre la tela del verso, sea amado y endiosado. Hoy, en un mundo tan intercomunicado e intrincado por la imagen y el autorretrato más que por los versos, las personas públicas se comportan como el poeta lírico de Kundera. Los políticos, en primer lugar, han devenido en políticos líricos.