Me sucede algo parecido a lo que sentí y viví el año 2016, cuando se desgarraba el PSOE. Sólo que entonces era fácil distinguir al bueno y al malo. La destrucción de cuaqluiera de los dos grandes partidos constitucionalistas -es decir democráticos y españoles- es una tragedia nacional, sobre todo cuando se multiplican en España los partiditos separatistas, confederalistas, populistas y provincialistas.
He seguido muy de cerca las primeras noticias, las primeras informaciones y las primeras entrevistas. Y, como me hacen sufrir mucho, aparto la atención del caso hasta que no aparezcan otros hechos tan decisivos como los primeros.