Para el autor de Gozos de la vista ( 1981), el poeta, filólogo, crítico literario, presidente de la RAE, Dámaso Alonso (1898 – 1990), la existencia del hombre se reduce al yo y al mundo. Dios forma parte de ese mundo, admirable y terrible a la vez. Está latente en cada cosa. No se le puede distinguir directamente, pero se le presiente como una invisible presencia. He aqui un fragmento del poema Búsqueda de la luz. Oración:
Dios mío, no
sabemos de tu esencia ni tus operaciones.
¿Y tu rostro? Nosotros inventamos imágenes
para explicarte, oh Dios inexplicable: como
los ciegos con la luz. Si en nuestra ciega noche
se nos sacude el alma con anhelos o espantos,
es tu mano de pluma o tu garra de fuego
que acaricia o flagela. No sabemos quién eres,
cómo eres. Carecemos de los ojos profundos
que pueden verte, oh Dios. Como el ciego en su poza
para la luz. ¡Oh, ciegos, todos! ¡Todos, sumidos,
en tiniebla.
Otro fragmento del larguísimo poema Invisible Presencia:
Yo te llamo «Dios» y es lo único que supe darte.
Tú me has dado mi ser, y me lo has llenado con mi existir; yo a ti un nombre.
Porque yo te llamo «Dios»: nombre es lo único que supe darte.
Cuando yo te llamo «Dios», te devuelvo todas las sensaciones,
toda la miel y el oxígeno, todo el incendio y tus estanques, y la circunvalación de mis glóbulos,
y mi ser y mi existir, y las tenebrosas galerías de mi origen y mi desconocida causa.
Recíbeme en lo único que te puedo dar, en ese nombre como te nombro,
«DIOS».
Yo digo «Dios» y quiero decir «te amo»;
quiero decir «Tu, tú que me ardes»; quiero decir «tú, tú, que me vives, vivísimo, alertísimo»;
te digo «Dios», como si dijera «deshazme, súmeme»;
como si dijera «toma este hombre-Dámaso, esta diminuta incógnita-Dámaso;
oh, mi Dios, oh mi enorme, mi dulce incógnita».