El Dios de Eduardo Chillida

 

                         La obra del escultor guipuzcoano Eduardo Chillida (1924-2002) brota de un profundo  anhelo de dar forma a lo Intangible.  Sus esculturas sobrias y a menudo gigantescas, de piedra o hierro, son invitaciones para hacer irrumpir lo Sagrado en una cultura endurecida como la nuestra. Hombre espiritual por excelencia y cristiano sincero, lo que nunca ocultó, sus creaciones llevan nombres de los elementos más bellos e importantes de la Creación:  Fuego, Viento, Agua, Horizonte, Luz… Maridaje de naturaleza con historia humana, que expresa nuestros deseos más hondos de unión con la Tierra y con el Todo.

 

Para mí tienen una gran importancia los “límites inalcanzables”, porque sin ellos vería el mundo muy plano, sin una tercera dimensión. Esto tiene una profundidad tremenda, es la profundidad del misterio, siempre presente. Los límites que yo uso en mi trabajo también existen en mis posibilidades. He tenido infinidad de crisis a lo largo de mi vida en este terreno, sobre todo cuando era más joven, pero un día se me resolvieron todas con un solo pensamiento aparentemente vulgar; me di cuenta de que el poder de la razón estaba en la capacidad de hacernos comprender sus  propias limitaciones. De la muerte, la razón me dice definitiva. De la razón, la razón me dice limitada. También la religión para mí es un poco “límite inalcanzable”, porque sin ella yo vería el mundo muy plano, sin tercera dimensión. Esto tiene una profundidad terrible.