H. D. Thoreau (1817-1862), pensador, ensayista, orador y poeta, y también agrimensor, explorador y leñador, hijo de una familia de clase media descendiente de hugonotes, tras estudiar en Harvard durante cuatro años, conoció a R. W. Emerson, con quien compartió el llamado trascendentalismo, o movimiento espiritualista trascendente más allá de cualquier doctrina religiosa. A los 28 años decidió vivir en una cabaña en medio del bosque, junto al estanque de Walden, no lejos de Boston. Su experiencia de dos años dos meses y dos días (1845-1847) la recogió en su célebre obra llamada Walden. Fue precursor de la desobediencia civil, que inspiró a Tolstoi y Gandhi, al negarse a pagar un tributo al Estado para sufragar la guerra contra Méjico, y denunció asimismo la esclavitud en su país. Después de varias expediciones y viajes, murió prematuramente de tuberculosis, a los 44 años.
-Un hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir.
-Si nos hemos profanado a nosotros mismos -¿y quién no?-, el remedio será la cautela y la devoción para volver a consagrarnos y convertir de nuevo nuestras mentes en santuarios.
-(Quienes van más allá de las fuentes de la Constitución y de la Biblia) y buscan el origen del agua que gotea sobre el lago o la charca, se ciñen los lomos cada vez más y siguen su peregrinación en busca del manantial.
-Sería de gran utilidad reunir en una colección impresa las Sagradas Escrituras de las diferentes religiones -las chinas, las hindúes, las persas, las judías y otras- como las Escrituras de la Humanidad. Quizá el Nuevo Testamento aún esté demasiado presente en los labios y en los corazones de los hombres como para llamarse Escritura en este sentido. Tal yuxtaposición y comparación podría servir para liberalizar la fe de los hombres. Se trata de un trabajo que, sin duda, el tiempo acabará editando, reservado para coronar la obra de la imprenta. Esta será la Biblia o Libro de los Libros, que permitirá a los misioneros llegar a los lugares más elevados del planeta.