Vengo de aprender mucho de una conferencia, organizada por el Consejo Navarro del Movimiento Europeo, y dictada por el experto navarro en el mundo kurdo y, también, en la política del Próximo Oriente, Manuel Martorell. Y he aprendido sobre todo la importancia y la influencia del llamado Eje de resistencia contra el pequeño Satán (Israel) y el gran Satán (USA), dirigido por el Irán de los ayatolas en todos los países árabes que rodean a Israel. Eje de resistencia, que con sus brazos militar, político, económico, cultural y hasta benéfico, va llevando por todos esos países el integrismo y el fanatismo de la Revolución islámica (chiíta) iraní de 1979. Sin ella, sin sus dirigentes iraníes, sin su impulso ideológico, su financiación y su armamento, no puede entenderse la política llevada a cabo en la zona durante los últimos cuarenta años.
Sin que se pueda apuntar directamente a Ia teocracia iraní el sorprendente estallido terrorista del 7 de octubre, a manos de la milicia de Hamas, tampoco puede entenderse sin alguna relación con ella. En Irak, Siria, Líbano (Hezbollah), Palestina (Hamas), las milicias pro iraníes, a las que se atribuyen la mayoría de los atentados y provocaciones durante los últimos años son mucho más que milicias: son parte muy completa del movimiento revolucionario jomeinista, que tiene como uno de sus principales objetivos, dentro de la islamización del mundo, la destrucción del Estado de Israel, al que ha puesto, incluso, fecha fija.
A lo que hay que añadir la creciente influencia de Rusia, sobre todo en Siria, y la de China en toda la región. Por desgracia, la Unión Europea, sin ejército y sin política exterior verdaderamente común, no tiene mucho que decir ni hacer, fuera de su generosa política de cooperación al desarrollo y fuera de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, un poco alejada del lugar.
Uno de los mayores éxitos del Eje de resistencia, según Martorell, ha sido detener el movimiento de acercamiento de varios países árabes (Marruecos, Bahrein, Emiratos, Sudán y hasta Arabía Saudí) a Israel, por medio de relaciones diplomáticas, aparte sus predecesores Egipto y Jordania. Tras la contundente respuesta militar de Israel al feroz ataque de Hamas, algunos de ellos han llamado a sus embajadores, y Arabia ha suspendido toda relación.
Pero la guerra en Gaza no ha hecho más que comenzar y el ajedrez de la región puede cambiar en cualquier momento.