Escribí el otro día en DN un artículo, titulado El esperpento, donde recogía una serie de desvíos, dislates y disparates de la política de Pedro Sánchez, con tal de conservar la presidencia del Gobierno, que sólo pueden calificarse de esperpentos en los varios sentidos que da la Academía al palabrón.
Hoy nos despertamos con la noticia de una reunión de verificadores anónimos de los pactos entre los serviles de Sánchez y los serviles de Puigdemont en Ginebra, que decidirán la suerte de la amnistía y, en consecuencia, de la estabilidad del Gobierno recién constituido. ¡Y a esto llama la portavoz del Gobierno transparencia!
¿Qué mayor expresión de esperpento desean todavía los seguidores de Sánchez? Sin recordar a Valle Inclán, el presidente Tarradellas dijo aquello de que lo peor que se puede hacer en política es el ridículo. Pues en ello estamos, Por el esperpento, o, más llanamente, por el ridículo acabará esta pesadilla.