El cruel alzheimer se llevó, el pasado mes de julio, a ese artista único, indiscutible, que fue Bill Viola (Nueva York, 1951 – Los Ángeles, 2024), el gran precursor del vídeoarte como vía mística para descubrir a Dios. Discípulo de su maestro, el surcoreano Nam June Palk, llegaron a compararle con Caravaggio, el Giotto, Velázquez o Durero. Más allá del catolicismo, del cristianismo -escribe Juan Carlos Rodríguez en una bella laudatio póstuma en VN-, fue el gran místico contemporáneo. Toda su obra, su vida, fue el espejo de lo invisible. Una vida que se apaga, pero una luz que nunca se extinguirá. Luz de Dios.
La obra de Viola profundiza en las experiencias fundamentales de la vida humana: el nacimiento, la muerte, las emociones, la conciencia o la espiritualidad. Su arte es ante todo un modo de descubrir a Dios. Sus instalaciones sus proyecciones de vídeo no solo habitan iglesias y catedrales, sino que han quedado dentro de los ojos y del alma de miles de hombres, porque él se empeñó en vestir a Dios de nuestro tiempo, rodarlo a imagen y semejanza, para reivindicar que es posible encontrarle en medio de la prisa, el tumulto, el ruido, la violencia y el dolor .
Para él el arte era el proceso de despertar el alma. Como lo mostró la Habitación para San Juan de la Cruz, presentada en el MoMA de Nueva York, en 1983, en la que recreó la celda de reclusión del carmelita en Toledo, 1577. O la vídeoinstalación de María en la catedral de san Pablo, de Londres en 2016. O la de los Mártires, de 2014, que pasó también por las catedrales de Gerona o Cuenca. O la serie dedicada al Agua (1976) o las Pasiones (2003), con los cuatro colores primarios de la alegría, la tristeza, el dolor y la ira.
Inspirado en pinturas y frescos, sus obras en vídeo emulan cuadros clásicos de temática religioso-espiritual por su composición y por el uso del color y de la luz. Su espiritualidad bebe directamente del clasicismo renacentista y de la tradición judeocristiana, que marcó más que cualquier otra el arte europeo durante muchos siglos.
En España acogieron obras de Bill Viola el Reina Sofía, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Alhambra, la Pedrera, el Guggenheim, la Fundación La Caixa y la Fundación Telefónica.