(Dn 7, 914; Mc 8, 38 y 13, 28)
El Hijo del Hombre (ben Adam), que aparece en el libro de Daniel,
supera misteriosamente la condición humana
y es modelo y cabeza del pueblo de los santos.
Jesús de Nazaret se aplicó varias veces ese nombre,
humilde y exaltado a la vez,
celeste y humano al mismo tiempo.
Él esperaba
la venida futura y definitiva
de Dios a implantar su reinado en el mundo,
que iba a reunir a los fieles dispersos de Israel
y a cambiar por completo
las injustas condiciones de la vida de los hombres.
Es lo que nos enseñó en la oración de cada día:
– Venga a nosotros tu reino.
En la gloria del Padre, entre los ángeles del cielo,
vendrá el Hijo del Hombre,
Príncipe heredero y rey legítimo
de todo el universo.