El papa Francisco y el dictador Castro

 

         Algunos dirán, con mejor o peor intención, que la Iglesia siempre acaba entendiéndose con las dictaduras. Pero es la primera vez, que yo recuerde, que se entienda con una dictadura de izquierda, y de izquierda comunista, que no hce mucho prohibía en un pais de tradición católica la fiesta de la Navidad. Ocurra después lo que ocurra, podemos hoy decir que se trata de un acontecimiento relevante -¡todos son históricos!- en la historia de Cuba, en la historia de las relaciones de la Iglesia con los Estados, y sobre todo en esa oscura historia del anticlericalismo-antieclesialismo. Casi una florecilla franciscana parece lo que algún diario ha llamado la conversión del «hermano de Fidel», antiguo alumno de los jesuitas, dispuesto a asistir a todas las misas que diga el papa Francisco en su próximo viaje a Cuba, él que se atiborró de misas en el colegio, cuando se decían en latín y de espaldas al público. Una conversión curiosa, condicionada por la conducta futura del papa -tanta es la admiración y hasta la conmoción  causada por este papa argentino-, como si hasta rezar y volver a la Iglesia fueran condicionables a ese extremo. No podemos tampoco excluir el interés político y mediático que puede haber en todo esto, como para no llegar a conclusiones precipitadas. Sea lo que sea, el acontecimiento parece positivo, dentro de lo que es una dictadura, que sigue siéndolo, con conversión o no, con milagro o no del papa Francisco.